La monarquía británica —con su rica historia y tradiciones— es testigo de innumerables momentos significativos a lo largo de los años. Uno de los aspectos más fascinantes de esta institución es el simbolismo que rodea a la corona, un emblema de poder y responsabilidad. En este contexto, Carlos III ha tenido que adaptarse a su nuevo rol como rey, y aprender valiosas lecciones de estoicismo de su madre, la difunta Isabel II, entre otras cosas, cómo llevar la corona con gracia y dignidad.
Desde su ascenso al trono, Carlos III enfrenta el desafío de ser un monarca en un mundo en constante cambio. La corona, que representa no solo la autoridad, sino también la historia y el legado de la familia real, puede ser un peso considerable. Isabel II, quien reinó durante más de siete décadas, dejó un legado de estabilidad y continuidad, y su enfoque sobre cómo manejar la carga de la corona ha sido una fuente de inspiración para su hijo.
Casualidad, destino, suerte… las razones no importan. Lo cierto es que la monarca más longeva del mundo no habría llegado a reinar, de no ser por la polémica abdicación de su tío, Eduardo VIII, el legítimo heredero. La suya fue una decisión sentimental, renunció al trono para estar con Wallis Simpson. Su padre, Jorge VI, por consiguiente, fue rey, y con el tiempo una joven Isabel se dejó guiar por su madre para cultivar los rasgos que debería poseer una monarca. Uno de los episodios que el actual jefe de Estado recuerda es la lección de cómo llevar la corona. Descubre los detalles en las siguientes líneas.
La práctica de Isabel II para portar la corona con destreza
Uno de los trucos más importantes que interiorizó Carlos III de su madre lo reveló en Coronation Girls de WNED PBS, un documental de la televisión canadiense. Teniendo en cuenta que la coronación se realizaría el 2 de junio de 1953, la princesa debía hacerlo perfecto, pues todas las miradas estarían sobre ella. El actual soberano tiene recuerdo de aquellos días y eso que solo tenía 4 años.
“Recuerdo muy bien que mi hermana y yo nos bañábamos por la noche. Mamá solía venir a la hora del baño con la corona puesta para practicar”, reveló. Pese al paso de los años, ese es uno de los mayores aprendizajes que le dejó su madre. Y es que el esfuerzo por los detalles resulta realmente importante, no podía permitirse ningún error. Es por ello que debía cuidar hasta el último aspecto, sobre cómo debía mantener la postura, el semblante, la rigidez de la cabeza y demás. Esto sin contar que era una labor que ejercía al mismo tiempo que la maternidad.
Tal y como decía el padre del príncipe Enrique, llevar la corona implica tener que acostumbrarse a su peso. La Corona de San Eduardo es una obra de arte elaborada en 1649 en oro y con distintas gemas preciosas que completan esta pieza destacada que solo lleva el monarca en cuestión. Tiene un peso de 2,23 kilogramos, en una entrevista para la BBC, Isabel II admitió que es una pieza con la que no se puede bajar la mirada, o “tu cuello se rompería”. Al finalizar la ceremonia es que se puede utilizar la Corona Imperial. ¿Curioso, no?