Felipe VI y la princesa Leonor ponen punto final en Catalunya en su flamante gira de despachos militares. El rey y la alférez princesa, después del gran despliegue del miércoles 3 de julio en la Academia General del Ejército de Zaragoza para entregar las titulaciones, y que el monarca pasara en solitario por León 24 horas más tarde con similar propósito, han visitado la base de Talarn, en Lleida, con una nueva hornada de suboficiales esperando su gran momento. La cita de esta mañana, con un interés mediático menor, sin la presencia de la infanta Sofía o de la misma propia Letizia, nos ha dejado escenas mucho menos emotivas. De hecho, han sido un cuadro. Detectamos cierta desgana. Como si el escenario no fuera el más deseado.
Catalunya pesa, y mucho, cuando tenemos a Felipe VI por medio. No lo puede evitar, ni ante un público entusiasta, un escenario propicio y un ambiente promonárquico como el que se ha vivido esta mañana, con las gradas desmontables llenas a tope de un público que estrenaba sombreritos del bazar con la rojigualda en una cinta. La Catalunya sumisa, la más aduladora. La españolista. Esta es la que le gusta, pero un malestar sobrevuela el ambiente. Un sentimiento, el de "Catalunya no tiene rey", o el famoso discurso del 3 de octubre de 2017, por ejemplo. Incluso una Ley, la de la amnistía, que ha tenido que firmar porque no le quedaba más remedio. Pero si hubiera podido, ay. Otro gallo cantaría.
El Rey entrega los Reales Despachos e impone las condecoraciones a los cinco primeros suboficiales de la XLIX Promoción de la Academia General Básica de Suboficiales en Talarn (Lleida). pic.twitter.com/6RpJBLDRKp
— Casa de S.M. el Rey (@CasaReal) July 5, 2024
Los gestos los delatan: malas caras, aburrimiento, como diciendo 'que se acabe ya esto, por Dios'. Y en este caso, por duplicado, con Leonor tomando apuntes del comportamiento del modelo paterno. Dirán los entendidos en la materia que un acto solemne como este no es espacio para muestras de humanidad y alegría, y que la cara de seta de la pareja responde al protocolo, a la disciplina y al respeto. Bien, hace solo dos días se lo saltaron sin problemas, con aquellos abrazos y miradas de cordero. Incluso con el famoso discursito de las hijas en el almuerzo de gala posterior al aniversario real, aquel del "qué desastre". En todo caso, no cuela: había muecas de hartazgo y de cierto rechazo. Las clásicas del padre, y las incipientes de la hija.
Leonor parecía ausente, altiva, un pasmarote demasiado rígido y con el que resulta difícil empatizar, fuera del circuito castrense y alrededores. Muy maquillada, de alguna manera de forma más notable que durante su distinción como alférez, desprendía un quéséyo extraño y poco amigable. ¿Está hasta la coronilla de compromisos y quiere vacaciones, o actúa como un min-yo de El Preparao, arrugando ligeramente el labio superior cuando visita Catalunya? Lo que queda claro es que no ha sido su mejor día, ni el más fotogénico. No han hecho nuevos amigos. Siguen siendo los mismos de siempre.