El libro ‘King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I’ de la editorial Libros del K.O. y escrito por los periodistas José María Olmo y David Fernández, es un no parar de informaciones suculentas sobre el rey emérito Juan Carlos I. Una retahíla de anécdotas que, no solo dejan en evidencia al padre del rey Felipe VI, sino también a muchos miembros de la familia real.
Al margen de los episodios donde repasan las amantes que ha tenido el ex Jefe de Estado, como Corinna Larsenn o Marta Gayá, y de los generosos regalos que les hacía en forma de millones de euros, también hay pasajes en los que se refiere a cómo se han beneficiado de su fortuna opaca algunos de sus descendientes. Por ejemplo, cómo ha financiado muchos de los caprichos de sus hijas, las infantas Elena y Cristina, y algunos de sus hijos, como Victoria Federica, a la que le compró dos caballos. Además, ese dinero oculto también lo usó para pagar algunos de los estudios de sus nietos, y de él también salieron los pagos de 65 millones de euros a Corinna o de un millón de euros para Gayá.
Leonor y Felipe, en una de las cuentas opacas del rey Juan Carlos I
El dinero de algunos de estos pagos provenía de una importante cantidad que el rey de Arabia Saudí Abdalá Bin Abdulaziz transfirió a una cuenta secreta que Juan Carlos I tenía en el banco Mirabaud y que estaba administrada a través de la Fundación Lucum con origen en Panamá. Una cuenta opaca que también salpica al rey Felipe VI y la siguiente heredera del trono, en este caso su hija mayor, la princesa Leonor. Ambos estaban como beneficiarios.
Cabe decir que esta cuenta se disolvió en septiembre de 2012. Además, Felipe ya renunció a su herencia, con lo que aunque fuera beneficiario, en principio no habría tocado ni un euro.
No obstante, que la cuenta se disolviera no quiere decir que Juan Carlos renunciara a almacenar millones de euros en otras cuentas opacas y al margen del fisco español. “Juan Carlos necesitó crearse una vida económica B para poder mantener una vida sentimental B”, comenta José María Olmo a Lecturas.com. “Sin ese dinero no habría podido agasajar a todas sus amantes con joyas, viajes y cenas en grandes restaurantes. Esa pulsión sentimental suya exigía la existencia de una forma alternativa de financiación, por decirlo de forma elegante. Ahí entra una estructura muy compleja de testaferros, cuentas opacas y sociedades 'offshore' que le permitían alimentar continuamente ese sistema con dinero de procedencia irregular”, apunta José María Olmo para la revista Lecturas.