Hay veces que los árboles no te dejan ver el bosque, y lo que está pasando estos días en la Academia General Militar de Zaragoza sirve como muestra. La flagship store del Ejército de Tierra, o mejor dicho factory de futuros miembros y oficiales de las fuerzas armadas, ha celebrado esta semana 142 años de historia. Se remonta a los tiempos de María Cristina a finales del siglo XIX, y no ha cesado su actividad ni siquiera por la llegada de un golpe de Estado y dictadura militar como los perpetrados por Francisco Franco. El nombre del dictador luce en uno de los tapices del patio de armas, donde se celebran los actos oficiales. Como el aniversario o la jura de bandera. El pasado 7 de octubre la princesa Leonor cumplía con este ritual y la cobertura informativa de TVE dejaba al descubierto la reliquia franquista, en honor en el papel que Franco hizo como director del centro. Un miembro de honor.
Que el dictador no borrara su paso por el centro se entiende; que un estado supuestamente democrático, en paz y con un ejército y monarquías autoproclamadas modernas no lo hiciera, eso ya es otro tema. Indica perfectamente el tipo de ideología extendida en cuarteles, despachos y escuelas militares. Una humillación para la memoria histórica, como poco. Mucho más que la enseña que hacen besar a los cadetes y damas-cadete, de tiempo pleistocénico con respecto a la Constitución de 1978, y que reduce la España que juran defender a Castilla y León. Peccata minuta.
Con todos estos fastos de celebración, a los que no asistieron Felipe ni Letizia, excusándose con otras citas en la agenda oficial y porque se trataba de un acto "privado" de la institución, saltó otra noticia inquietante sobre el interior de los muros del AGM. Un regalo de cumpleaños envenenado: una historia sórdida sobre la relación sexual de un oficial con una dama-cadete de 18 años de primer curso, compañera de la princesa durante unos meses. El caso está rodeado de silencio, norma general de la institución. Dos digitales de solvencia hablaban de medidas disciplinarias contra el alto cargo. Quizás incluso una expulsión. Pero de momento, no hay novedad. En cambio, sí que hemos detectado otra, revisando las escasas imágenes del acto de celebración en el patio de armas. Una gentileza de la cuenta de X del Ejército, y que como no mostraban ninguna instantánea de Leonor no parecían tener gran valor. Mal. Todo hay que mirarlo dos veces. Hay sorpresa, y expulsión. Roja directa. Y contra el Real Madrid. Es como un milagro.
El expulsado es Francisco Franco Bahamonde. El General, al cementerio de El Pardo. Lejos de Zaragoza, de los reclutas, de los oficiales y de la vista del público. De Leonor. Los tapices han desaparecido. Es un paso. Aunque haya que decir que la caída del dictador deja dos víctimas colaterales. También han borrrado los nombres de los primeros directores del AGM. Los han sustituido por tapices que se limitan a reflejar las tres principales etapas históricas del centro y su fecha correspondiente. La medida, por cierto, ha venido después de las quejas de grupos políticos en el Congréso. ¿Lo han hecho de mala gana en la Academia? Seguro que sí. ¿Ha pasado? También. Dar la espalda al fascismo tendría que ser una obligación moral. Fuera.