La Academia General Militar de Zaragoza, centro de adiestramiento del Ejército de Tierra que acoge a la princesa Leonor, es un fortín con respecto a la información que sale de sus muros. La vigilancia es exhaustiva, al milímetro y con doble filtro de seguridad: el castrense y el real. Aparte de noticias o imágenes oficiales, siempre con el visto bueno de Zarzuela, hemos podido observar poca cosa. Pasa lo mismo que con el internado de Gales en el que actualmente está matriculada la infanta Sofía: el grifo está totalmente seco. Mejor prevenir que tener que lamentarse después.
Es evidente que el control no puede ser total siempre. Por ejemplo, no se ha podido tapar del todo el escándalo preocupante que supone la presunta relación sexual entre un oficial y una compañera de la Borbón, de 18 años. La Academia, el Ejército y el ministerio de Defensa callan, pero la noticia está en la calle. Como tampoco, por lo visto, han detectado la publicación de un vídeo que enseña el día a día de la dama cadete Borbón y Ortiz. Una actitud inédita y sorprendente. No la hemos visto antes. Y solo por eso ya es noticia.
Una de las cuentas de Instagram de fanáticos de las hijas de Letizia han colgado un fragmento del final de un partido de vóley entre reclutas varones del AGM. Debe ser muy competido el duelo, de máxima rivalidad e incluso de calidad olímpica, porque lo sigue mucho público en los fondos del terreno de juego. Quizás también estaban muy aburridos, vete a saber. Recuerden que esta especialidad es la favorita de Leonor; jugaba en el colegio Santa María de Rosales y formó parte del equipo de la Academia en los juegos disputados hace unas semanas en la base de San Javier, Murcia, sede de la fuerza aérea. La princesa, sin embargo, no pudo conseguir la victoria en el campeonato; su participación fue gafe. El caso es que el vídeo nos muestra el estallido de alegría por la victoria de uno de los contendientes. Tanto es así que hay una invasión de pista brutal.
Entre la multitud, hay una figura muy familiar. Tienen que prestar atención, pero es inconfundible. Moño, rubia, estatura, todo cuadra. Por si quedaba alguna duda, los fans de la cuenta repiten la jugada, a cámara lenta, con la princesa en primer término. Es ella: o si no, ¿por qué tanta insistencia con la exhibición? La escena, haciendo una piña al mogollón, dicho coloquialmente, es de un carácter inaudito. Desatada. Agarrotada como ha crecido la niña, cualquier gesto espontáneo y vivaracho es como ver cine iraní sin subtitular: provoca incredulidad y extrañeza, pero es real. Lo que más necesita la institución, por otra parte.