Una de las derivadas de la mayoría de edad de la princesa Leonor es su exposición mediática. Ser famosa, relevante y adulta es un cóctel explosivo, por eso hay que ir con mucho cuidado por la vida. Su privacidad es un bien mucho más difícil de proteger, y los fotógrafos son conscientes. De momento hay cierta calma, teniendo en cuenta que la heredera se encuentra la mayor parte del tiempo en la Academia General del Ejército en Zaragoza, un entorno hermético. Pero cuando abandona las instalaciones militares, el peligro está en todas partes. La sorpresa puede saltar en cualquier momento, y eso en Zarzuela lo saben. Y por experiencia propia.
Lo que nadie esperaba, sin embargo, es que la primera instantánea del álbum prohibido de la futura reina española empezara con una imagen teóricamente inocua, inofensiva, lo que a primera vista sería una estampa irrelevante. El problema es que parte de un ilícito, que deja a una víctima, y que pone de manifiesto el modus operandi de una industria. ¿Cuál? La del merchandising. La del souvenir. La de, en este caso, el Leonormanía. Aquí también hay mucho pirata.
Resulta que las tiendas de pongos de la capital de España están viviendo una especie de fiebre del oro con los faustos de la heredera. Todo es susceptible de llevar la efigie de la Borbón Ortiz: tazas, llaveros, delantales, platos, cucharas, ositos de peluche, muñecos, camisetas y cualquier objeto que les pase por la cabeza. El españolista constitucional y monárquico se deja el dinero en memorabilia porque eso de ver a una princesa jurando la Constitución debe ser como observar un eclipse de sol y el paso de un asteroide. Y que mejor que tener una de estas creaciones en casa, en el recibidor, en la cocina, en el armario o incluso en la mesita de noche, en muchos casos cogiendo polvo in saecula saeculorum. Los hits de la temporada han sido tazas y llaveros. Una compra asequible y resultona, ilustrada con una foto de la joven royal durante los Premios Princesa de Asturias. Una foto robada. ¿A quién? A su autor, un profesional de la imagen que está alucinando.
El programa 'Fiesta' ha hablado con la víctima, Robert Smith, el fotógrafo y autor del retrato. Asegura que nadie le ha pedido ninguna autorización para comercializarla. ‘’Yo me enteré de manera fortuita, unos compañeros periodistas hicieron un reportaje sobre los souvenirs y uno de ellos cayó en que la foto podía ser la mía. Cuando la veo digo ‘esto no puede ser mío’ porque yo trabajo en exclusiva para la revista ‘Semana’, no hay manera de que esa foto haya salido de ahí y mucho vemos para acabar en souvenir. Yo al principio estaba un poco incrédulo, luego lo comprobé y sí, era mi foto‘’’. Intentó solucionar el tema con el productor de los objetos, pero lo han ido toreando. Hasta que el tema no ha llegado a los medios, de hecho, le respondieron con el silencio. Ahora que hay jaleo la cosa ha cambiado, algunos productos han sido retirados y sustituidos, pero en general siguen haciéndose los suecos. El tema acabará en los juzgados, con toda probabilidad. Interesante lo que remarca Smith, y que tiene que servir para todos aquellos que dicen que "son fotos de Casa Real y no tienen derechos". Mentira: "Laso fotografías de la Casa Real pertenecen a un fotógrafo, tienen derechos de autoría, no son para hacer souvenirs y el fotógrafo de la Casa Real también tiene derechos". Curioso es que Zarzuela, siempre ajena a estas polémicas, se ha pronunciado. ¿Qué han dicho? "Somos conscientes de lo que ocurre pero no queremos entrar en la polémica". Se lavan las manos. Muy bonito, claro que sí. Siempre remando a favor.