La jura de bandera de la princesa Leonor en la Academia General Militar de Zaragoza todavía colea. La monarquía y el ejército renovaron sus votos matrimoniales, en un momento de revuelta de la parroquia ultra contra 'Felpudo VI', a través de la gran esperanza blanca que representa la heredera al trono. Sí, decimos gran esperanza blanca: no podía ser de otra manera, porque los ideales predominantes en estos estamentos son profundamente reaccionarios, caducos y excluyentes. No olviden la imagen de la joven de 17 años, una criatura plenamente del siglo XXI, cantando "Honor y Gloria de la Raza", después de haber rendido honores a los caídos bajo un tapiz con el nombre del General Franco. Vaya, que aquí la democracia, la Transición y el fin de una dictadura todavía no han hecho acto de presencia. O mejor dicho: les han plantado una patada en el culo cuando los han visto venir.
Entendemos, para desgracia general, que Leonor no será quien ponga fin a herencias repulsivas y conductas cavernarias en esta España. No, porque acaba de entender a la perfección que es su seguro de vida. Si toca una pieza, el castillo se hunde. Seguirá la corriente sin hacer preguntas, ni críticas, ni ningún movimiento que pueda agitar el avispero. Por eso, acepta todo lo que le pongan en frente. Incluso una bandera que es, de alguna manera, un símbolo anacrónico y ofensivo de la jura de militares y guardias civiles desde tiempos inmemoriales. Hay polémica con la enseña.
La pieza utilizada durante el acto, y que la hija de Felipe VI y Letizia besó en solitario para una mejor retransmisión televisiva en TVE, es una reliquia que la Academia guarda como un tesoro. Es del año 1886 y fue entregada a la institución por encargo de María Cristina, bisabuela de Juan Carlos. La de miles de cadetes que la han besado desde aquellos días, porque no la han cambiado desde entoces. Que el fascista Franco no lo hiciera se entiende, pero no en nuestros días. Se trata de fuerzas armadas pretendidamente constitucionales, que tendrían que velar por todos los ciudadanos del Estado, también reconocerlos y dignificarlos. Sin embargo, esta bandera es exclusivamente de un tipo de español, el colmo del centralismo. Solo representa a la corona de Castilla y León. Ni Navarra, ni Aragón (y mira que están en Zaragoza). El detalle no es menor: ni vascos, ni catalanes.
Tenemos reacciones notables en este sentido, una de ellas llena de ironía por parte de Antonio Baños, a quien la bandera en cuestión le supone un alivio: lo reconoce como no español. "Ha jurado un trapo sin el escudo de Aragón ni el de Navarra. Se siente". Elisenda Paluzie, expresidenta de la Assemblea Nacional Catalana, refuerza el argumento: "Así queda todo más claro". Pero hay más.
La princesa, tan joven, ignorante y adoctrinada. Vaya futuro.