Hasta hace unos años, antes de que la reina Letizia llegara a Zarzuela, la corona española respiraba tranquila. Los escándalos protagonizados por Juan Carlos no suponían ningún problema, ni líos de faldas ni polémicas sobre llenarse los bolsillos: con esconder la basura debajo de la alfombra y mirar hacia otro lado, tenían suficiente. Pero con la asturiana, la cosa cambió. No es que Letizia sea una tarambana como su suegro o como el sobrino de su marido, Froilán, pero con respecto a estar tranquilos, no demasiado. La reina, desde que llegó y empezó a mandar y decir cómo quería que se hicieran las cosas a partir de ahora, sacudió algunos departamentos de la Casa Real, como por ejemplo, el de protocolo.
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Poco amiga de convencionalismos, si Letizia quiere hacer o decir una cosa, la hace; si quiere corregir en público a su marido y ponerle cara de asco, lo hace; si quiere hacer indicaciones de qué tienen que comer sus hijas, llama a la escuela; y si quiere saludar a todo quisqui y saltarse el protocolo, no duden de que se saldrá con la suya. Pruebas fehacientes las hemos tenido a espuertas. Y ahora, quien parece que sigue los pasos de su madre es la princesa Leonor.
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La heredera tiene a los de protocolo con la mosca en la nariz porque también es amiga de mostrar buena cara y tratar de sentirse más próxima a la ciudadanía de lo que hace su padre, que parece que se haya tragado un palo, de lo estirado que va por la vida. Hay quien ve en Leonor a una joven que también hace frente a años y años de protocolos establecidos y de reglas de comportamiento que se salta a la torera. Pero ya se sabe que de tal palo tal astilla. Y en esto ha salido a la madre. ¿Qué es lo que quita el sueño a los que velan por seguir la normativa en palacio? Su tendencia, cuando hay público masivo, cuando hay mucha gente esperando a saludarla y cuando hay muchos ciudadanos que quieren tenerla cerca, a acercarse mucho a ellos y, tal como dice algún medio, "permitir que personas extrañas se acerquen a ellas para darse la mano y pedirles tomarse fotografías con ellos".
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Felipe, tenso como un pavo mientras su mujer y su hija no dudan en estrechar la mano de una niña y de una mujer. Un código de seguridad impuesto por la realeza desde no se sabe cuándo y que Leonor rompe a menudo, cosa que no gusta al cuerpo de seguridad que cada vez que la ven acercarse a las masas, demasiado cerca, se ponen de los nervios... No parece, sin embargo, que la princesa tenga intención de dejar de hacerlo... todo lo contrario. Y bien que hace. Puesto que la monarquía española es una institución anacrónica, como mínimo, ya que la ciudadanía les paga todo y viven a cuerpo de rey, y nunca mejor dicho, que se lo agradezcan en persona y se acerquen a los fans cuando hacen cola durante horas para tenerlos cerca.