La princesa Leonor conoce la Liga española, pero es una desconocida en Champions. Europa no la conoce demasiado. Hacemos este símil futbolístico para resaltar que la hija de Felipe VI y Letizia Ortiz no ha debutado en citas de impacto internacional, se le resisten. Cuando era menor de edad no atendió (tampoco la invitaron) a muchos cumpleaños de jóvenes royals de dinastías continentales. Tampoco asistió a las exequias del 'tío' Constantino II como el resto de sus primos, y por descontado nunca ha ido a ver al abuelo Juan Carlos en Abu Dabi, está vetada en sus juergas. Lo más viajado de su currículum ha sido pasar dos años en un internado de lujo en Gales y haber tenido un noviete brasileño. Pero nada más. Eso tenía que cambiar inminentemente, y por la puerta grande.
La agenda de la Casa Real tenía una cita muy importante a la vuelta de la esquina: la primera visita a España de los nuevos reyes de Inglaterra, Carlos III y Camila. Los servicios de Zarzuela trabajaban sin descanso para tener todo a punto para agasajar a los poderosos representantes de Buckingham, herederos de la difunta Isabel II, en el Palacio Real de Madrid. Pues bien, no podrá ser. Se ha cancelado a última hora. Y los motivos son comprensibles: los royals británicos no pasan, precisamente, por una buena racha con respecto a la salud. Carlos III tiene que pasar por quirófano por un tema de próstata, y Kate Middleton continúa ingresada por una operación abdominal. No sería el momento para pensar en viajes ni recepciones oficiales. España puede esperar.
Ambas casas reales se tendrán que volver a poner de acuerdo para fijar una nueva cita, pero 'Monarquía Confidencial' apunta a una negociación complicada porque los británicos no dan más de sí. Todo completo. No hay fechas, localidades agotadas. Una jarra de agua fría para Felipe y Letizia, que podrían darse un bonito baño de masas cortesano en medio del escándalo infinito de Jaime del Burgo y de una tensión matrimonial creciente. Pero no es la única damnificada, como decíamos: a Leonor también le han hecho la puñeta. No podrá exhibir su inglés con acento de Gales con tito Charles, ni estrenarse en una categoría de cotilleo royal: ponerse de largo.
Llevar un traje largo durante un acto oficial de envergadura es uno de los muchos bautismos a los que se tiene que someter una futura reina, como podría ser Leonor. Hablamos en condicional, sí, porque cada día tenemos menos claro el desenlace de los despropósitos de los Borbones. Pero no es solo un vestido en una cena de gala : también una tiara. Aquel día Letizia y su hija abrirían juntas el joyero real, poniendo en sus cabezas una de las piezas que otorga más distinción en este universo. Evidentemente, no sería la de la 'Tía Pecu' Irene de Grecia, que no cederá la suya ni muerta; pero el catálogo de Zarzuela es amplio, no hay problema para escoger una. De momento, eso sí, la princesa no la catará. Se ha quedado sin joya, sin traje, sin puesta de largo y, eso sí, con un palmo de narices. No tiene suerte. Toca esperar... y rezar.