Ya sabemos que una de las obsesiones de la reina Letizia ha sido, es y será la alimentación. La suya y la de sus hijas. También lo intenta con su marido Felipe, pero este, a la mínima que puede, se va con los amigotes con la excusa de ir a esquiar o verse con los compis y así poder darse un homenaje y ponerse como el quico sin la mirada acusadora de su mujer. La asturiana tiene obsesión por cuidarse, con que no entren los dulces o azúcares a Zarzuela, con comer acelgas tantas veces como sea posible, con quemar todos los prefabricados y con eliminar las grasas de la dieta de la casa real. Histórica es aquella imagen de los cuatro con platos y una crema verde en casa. Pero es que una vez las niñas han ido creciendo, también ha controlado su alimentación, primero en la cocina de Santa María de los Rosales y después en el internado de Gales donde han hecho el bachillerato. Pero por muchos intentos que ha hecho, al final sus hijas, a la que no miraba, se han zampado atracones de cosas que para Letizia tendrían que estar prohibidas por ley.
Letizia preocupada por la alimentación, y a la mínima que puede, concienciando al personal de la importancia que tiene cuidarse y comer bien. Es impensable imaginársela ahora poniéndose las botas, con un plato más grande que su cabeza, zampando como si no hubiera un mañana y chupándose los dedos mojando pan en una salsa hasta dejar el plato blanco y reluciente que no hace falta ni lavarlo. Letizia come como un colibrí, y se hace difícil verla delante de un plato hipercalórico en frente... Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo lejano donde Letizia se levantaba a las 3 de la madrugada y se ponía hasta las trancas de alimentos que a aquellas horas, recién levantados, con el estómago todavía medio dormido, provocan arcadas en el resto de los ciudadanos. A aquellas horas intempestivas lo único que te entra en el cuerpo es un café... No así a Letizia.
Y es que un antiguo vídeo de la reina, cuando ni siquiera había conocido a Felipe, está corriendo como la pólvora por redes. Un fragmento de una entrevista en el programa Lo + Plus, con Máximo Pradera y Fernando Schwartz. Fue como periodista y presentadora de informativos, cuando estaba en CNN+, y allí confesó su rutina, levantándose más temprano que las gallinas y el gallo, y zampándose un desayuno pantagruélico, "porque luego hasta las 4 o 5 de la tarde no se vuelve a comer". Hasta aquí, lo entendemos. Tenía que alimentarse bien hasta que acabara el trabajo. Pero lo que ha sorprendido a todo el mundo es el menú diario que se pegaba solo levantarse: "merlucita en salsa o caldillo extremeño". Pum. De traca. Imaginen comer eso a las 3 de la madrugada.
"¿Eso a las tres"?, le vuelven a preguntar, por si no han oído bien. Y sí, sí: "Eso a las tres de la mañana. Y se trabaja de bien... De hecho yo utilizo mi tiempo a esas horas para desayunar y no para otros menesteres". Como para dedicarse a otros menesteres mientras está comiendo esta bomba. Madre mía. ¿Qué se ha hecho de la tostadita con mermelada y un café? ¿O leche con cereales? ¿O un batido de frutas? No, Leti, a saco, y los presentadores mojando pan, nunca mejor dicho: "Con la cantidad de calorías que da eso... Los primeros planos de Letizia siempre son sudando, y secándose el sudor", decía Pradera. Y es que hay que tener estómago para zamparse a aquella hora una cosa como el caldillo extreñeno, también conocido como cachuela, pringue o manteca colorá, que estará muy bueno, pero suave no vendría a ser: elaborado a base de manteca e hígado de cerdo ibérico, fundido a altas temperaturas, con un montón de especias y al cual se aficionó cuando era pareja de Alonso Guerrero, ya que él es de allí.
Curioso... Ahora que solo comen en Zarzuela carnes a la plancha, pescados al vapor, macedonias, alcachofas y ensaladas de legumbres y verduras, como algún día a Felipe se le ocurriera ponerse una rebanada de pan generosa con caldillo extremeño, le caería la del pulpo.