Letizia ha vuelto de Cuba como todos los que viajan allí: cansada. Sólo tiene una aparición pública en toda la semana, la del martes en dos espacios de Madrid: el Rastrillo benéfico y el Museo de El Prado. Típicas fotos con su suegra para hacer creer que comparten alguna cosa más que la aversión a Juan Carlos. Pero los fotógrafos de Zarzuela no han conseguido ni una instantánea de complicidad entre las reinas. Ni se miran:
El momento más penoso es cuando la infanta Pilar dice en Espejo público que la reina es como ella, "muy gastona" y que comprarán mucho con fines benéficos. La hermana de Juan Carlos ha evadido impuestos en paraísos fiscales según los Papeles de Panamá. Pero lo que han gastado no arreglará ninguna ONG: un jersey de 30 euros, dos belenes, bisutería de 10 euros y unas luces de Navidad de 40 euros. Lo peor es que al tropezarse con con un puesto de cosméticos naturales hechos por unas monjas, ni han comprado. Letizia gasta cremas caras y cirugía estética y pasa de remedios de sor. Y por más inri, quien ha hecho la reverencia es la que se desvive por los desfavorecidos: la monja.
Letizia vive mejor con el poder, con los Palacios y no en las chabolas. Con Javier Solana en El Prado estaba más sonriente. Otra dura semana de trabajo de la reina. No hará ni un acto oficial más. El trabajo con los pobres, que la hagan las monjas.