Letizia encara un fin de semana especial, el de la vuelta de la infanta Sofía al nido, y lo hace después de protagonizar una auténtica rareza con respecto a su comportamiento de los últimos meses. Nos referimos a la concatenación de 3 actos oficiales en tres días consecutivos, ni los más viejos recuerdan una serie tan sostenida en el tiempo. Bueno, es una forma de hablar, todavía tenemos memoria. Pero el estallido público del caso Jaime del Burgo ha provocado un corte invisible en la línea temporal de la reina de España. Las revelaciones realizadas y las promesas de más dinamita han sacudido el matrimonio y la institución, provocando la desaparición progresiva de sus compromisos en la agenda pública. Esta semana, sin embargo, todo ha cambiado. Y lo está pagando.
El triplete de la periodista y presentadora asturiana empezaba el martes en un auditorio lleno de VIPS, a quienes explicaba todo lo que acababa de experimentar haciendo de cooperante fugaz en Guatemala. Al día siguiente, en Madrid, visitaba el Patronato de la Residencia de estudiantes. Y este jueves 13 de junio tocaba recibir en casa a los miembros de la Fundación Princesa de Asturias, acompañando al rey Felipe. Tantos esfuerzos han pasado factura, Letizia no está en su mejor momento físico, por no hablar del tema emocional. Cabizbaja, distante, ausente... así la han recogido las cámaras en varios momentos, luciendo por cierto un vestuario que ha llamado la atención. ¿Por qué? Por inadecuada.
27 grados son los que tenían este mediodía en Madrid, una temperatura cálida y veraniega. Verano, efectivamente, que se siente en toda la capital de España, menos en la sede de la corona española. Allí hace un frío que pela; ya sea por la mala vibra del lugar o por efecto de aires acondicionados o corrientes de aire traidoras. El caso es que la reina, a quien hacía 24 horas veíamos sonreír de blanco, con un toque étnico y, por descontado, con una estampa primaveral, ha aparecido muy tapada en la recepción oficial. Llevaba una chaqueta de tweed abrochada hasta la garganta que ya había lucido en enero. Aquel día, en invierno, tenía todo el sentido: se reunía con la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida, y la pieza textil había sido creada en un taller de confección de la organización. Un gesto solidario. Se ve que le gustó bastante, a pesar de tapar sus brazos esculpidos, y por eso ha repetido. No sabemos, sin embargo, qué temperatura ha adquirido su organismo. Lo que no parece es que fuera fresquita en el tren superior: el inferior, con unas bailarinas para combatir sus problemas en los pies, ya parecía más adecuado.
Las imágenes, como decíamos, son un auténtico muestrario de muecas y miradas extrañas, como de tensión. No ayuda la aportación del rey de España, otro mal actor que no sabe disimular los líos íntimos. Algo hay en el fuego y empieza a oler a chamusquina. Eso le pasa para ir con lana a las puertas del verano. Por ejemplo.