Letizia era una mujer muy ambiciosa e hizo cualquier cosa por llegar muy lejos. Sin embargo, nunca se imaginó que llegaría a reina de España, la mujer más poderosa de un país. Ella estaba centrada en su carrera como periodista. Le apasionaron los medios de comunicación desde bien pequeña. Ya en su casa, su padre Jesús Ortiz se dedicaba a la comunicación, y su abuela paterna, Menchu del Valle, era una premiada locutora. Menchu del Valle fue famosa por su inconfundible voz en la radio, la cual resonó desde 1947 hasta 1990. Su extensa carrera le mereció varios galardones, entre ellos la Antena de Oro en 1974, otra Antena de Oro por su trayectoria en 2004 y el Premio Nacional de Radio en 2013.

Letizia fuerzas armadas oviedo
Letizia fuerzas armadas oviedo

La familia de Letizia, tanto paterna como materna, siempre había sido muy humilde. De hecho, aún se recuerdan aquellas fotografías de Paloma Rocasolano con sus padres en Benidorm, donde iba todos los veranos. Salían del hotel a las siete de la mañana para coger sitio preferencial en la playa. Siempre llevaba la sombrilla, las sillas plegables y la nevera repleta de bocadillos y refrescos. Una de las imágenes más costumbristas de los veranos españoles en la década de los 60 a los 90.

David Rocasolano llamaba a Letizia y su familia, "los acelgas"

Letizia empezó a salir de España cuando se marchó con una beca a México. Allí empezó a disfrutar de la vida sin saber que todas esas vivencias saldrían a la luz en un futuro muy lejano. Y que encima sería David Rocasolano el primero que haría daño a la monarca con su libro ‘Adiós, Princesa’. Es precisamente el libro que analiza Maica Vasco y extra que Jesús Ortiz era un hombre muy prepotente y creído, se las daba de todo, según David, pero realmente “no tenían ni dónde caerse muertos”, exclama la periodista. “No es que no tuvieran calefacción, es que no tenían ni para encender un brasero”, continúa.

David Rocasolano recuerda entre sus páginas que cuando él iba a casa de Letizia a visitar a sus primas, “sus primas le visitaban con los labios morados, envueltas en sábanas y en pijamas dobles, con calcetines porque no tenían ni para encender un brasero, no tenían ni para comer”. David Rocasolano llamaba a aquella casa “la casa de las acelgas”. “Se comía, desayunaba y cenaba acelgas, por ello estaban tan delgados”, lee Maica Vasco. En el pueblo ya les llamaban “los acelgas”.

letizia con sus hermanas
letizia con sus hermanas