17 años de matrimonio son muchos, o muy pocos, según lo mires. Sea como sea, es tiempo más que suficiente para aplacar la fuerza del enamoramiento más impulsivo y alocado. La pasión deja paso a otro tipo de relación, más sólida, más juiciosa, pero también más mecánica y sin tantos fuegos artificiales. Conseguir la mezcla perfecta es aquello que persiguen todas las parejas, es la fórmula más buscada. Hay quien lo consigue y es la envidia de todo el mundo. Otros o se quedan a medio camino y tiran la toalla, o se dejan llevar por la rutina y la inercia. No seremos nosotros los que pongan la etiqueta al tipo de unión que mantienen los reyes de España, pero la cronista real catalana Pilar Eyre nos ofrece unos cuantos detalles que no son menores.
Estos primeros días de enero Zarzuela vive momentos extraños, contradictorios. Qué novedad, ¿verdad? Las idas y vueltas los hacen ir de cabeza: por una parte, se acerca el cumpleaños del patriarca, el huido Juan Carlos, en medio del eterno debate sobre si vuelve o no vuelve a España desde Abu Dabi. Por el otro, la familia se prepara para despedir a la princesa Leonor, que tiene que volver al internado de Gales y reencontrarse con su realidad, fiestas, compañeros e ilusiones. La joven de 16 años podría empezar a saber qué es eso del amor. Afortunadamente le falta mucho recorrido para llegar a saber qué es la monotonía de las relaciones. Un hecho del que Felipe y Letizia podrían explicarle muchas cosas.
Eyre, como siempre, revela lo que otros sólo se imaginan: cómo es la relación actual entre el matrimonio 'royal'. Atención a lo que describe: "Felipe ya no siente por su mujer aquel deslumbramiento de los primeros años ("Está encoñado", decían los amigos) pero ha aprendido a disculpar sus fallos (impuntual, impertinente, sabihonda, caprichosa) y a valorar sus virtudes (responsable, trabajadora, aguda, curiosa, divertida)". El retrato es formidable, y casa perfectamente con la idea que tenemos de la pareja. También lo que explica de la reina: "Disfruta de los piropos y la admiración que suele despertar su físico y le encanta arreglarse".
Ahora bien, lo que nadie se imaginaría de la cotidianidad de la pareja es la forma coloquial y nada elegante de Letizia cuando se las tiene con el marido o las niñas. Tenemos la idea equivocada de que en Can Borbó todo son 'finezzas', elegancia, buenas formas... y ni mucho menos. Y no lo decimos por el episodio pasivo-agresivo de la reina con su suegra en la Catedral de Palma, no. Eyre explica en 'Lecturas' cómo la consorte pone punto y final a las discusiones caseras con Felipe. Nada de 'Majestad', 'estimado', 'cariño' ni mandangas. No, a Letizia le sale una vena mucho más vehemente y propia de una taberna de carretera: "Macho, es lo que hay". Hagan el ejercicio de poner en su boca esta expresión tan castiza. Los ojos como platos, oiga.
Letizia es asturiana, pero el 'deje' madrileño lo lleva incorporado, son muchos años en la capital del (su) reino. De aquí a poco la veremos diciendo 'tronco', 'buga', 'dabuti' y cosas por el estilo. Aquel día lo tendremos claro: será el fin de la monarquía. Por cierto, ¡mucha fuerza, Pilar! Superarás esta pesadilla del coronavirus. Y muy pronto.