Días convulsos y de movimientos inesperados en Zarzuela. Y eso que solo han pasado unos días desde que tuviera lugar la celebración del gran día de Leonor. Su decimoctavo cumpleaños y primer acto solemne civil ha sido una de las cuestiones más comentadas de las últimas semanas por múltiples razones.

No solo por la expectación de su presentación, que finalmente resolvería con un traje elegante, pero con un toque extraño de azafata y un color blanco que más que a la transparencia pretendida acabaría por remitir a cuestiones demasiado puritanas. Madrid parece muy moderna, pero Madrid no es moderna, como bien apunta Belén Cuesta en un reconocido filme de Paco León. En cualquier caso, el reencuentro de una familia que no se soporta demasiado en El Pardo para la celebración privada o que no hubiera ningún error protocolario no ayudaron mucho e hicieron que su madre estuviera en alerta en todo momento.

Leonor y Letizia en el gran día de la princesa. / EFE

Letizia estaba tensa. Demasiado. Se sentía en el ambiente, mientras que Felipe disfrutaba y se emocionaba por tan importante representación de las costumbres medievales en pleno siglo XXI. Sería más tarde, durante la comida con las autoridades en el Palacio Real, que ya la veríamos esbozar una pequeña sonrisa cuando la hija probaba el champán por primera vez después de brindar. Un salut por la monarquía que le apaciguaba buena parte del malestar. Al menos, de cara a la galería. Cómo llevó a la reina tener que torear con la presencia de la estirpe —de los que se quisieron presentar, claro está— es un misterio, aunque es fácil augurar que no del todo bien. No hay 'feeling'. Ahora, por más suerte que desgracia, la tormenta ya ha pasado. Los compromisos siguen, sin embargo. El último de la agenda de Letizia consistía en presidir el Festival de Cine 'Ópera Delgada' Ciudad de Tudela, donde se dejaba ver con una sonrisa de oreja a oreja. La magia de aseverar que todo está bien.

Sin embargo, la sorpresa mayor vendría después. Y es que lejos de marcharse directa a casa para preparar las maletas de cara a su inminente viaje a Dinamarca, la consorte aparecía por sorpresa en IFEMA. Sin Felipe ni avisar a nadie con convocatorias oficiales. ¿Por qué? Allí se celebra la feria de productos ecológicos Biocultura y ya se sabe que ella está concienciadísima con el desastre medioambiental que tenemos encima. En la misma línea que lo hacía en la anterior edición, la hija de Jesús Ortiz y Paloma Rocasolano se personaba en el espacio madrileño para dar una vuelta entre productos de toda índole. Secreto muerto una vez que los asistentes y comerciantes, impactados por la visita, lo compartieron a través de las redes sociales.

El plato fuerte de esta escapada a escondidas en busca de bio-cosas fue su indumentaria. Vestida de calle, muy casual, y sin pomposidades extremas para pasar tan desapercibida como fuera posible. Jersey granate, pitillos negros y bandolera de Hugo Boss que acompañaba con... una pieza del armario de Leonor. Efectivamente, el abrigo de estampado pata de gallo que sostiene entre sus manos no es suyo, ya que no solo se lo hemos visto en alguna ocasión a la heredera en el trono. También lo ha llevado la infanta Sofía.

¿Demostración del ejercicio del 'slow fashion' o un intento por rejuvenecerse con el estilismo de las pequeñas de la casa? No está claro.