Letizia aprovecha siempre las pausas en los actos oficiales para hacerse retoques en la cara. Como una instagramer más, la reina de España acostumbra a hacerse los pinchazos de vitaminas, ácido hialurónico y bótox en agosto y por Navidad. Son unos quince días sin agenda que le permiten disimular los efectos inmediatos de una intervención facial: la cara inflada, inexpresiva y sin signos de la edad que tiene: 50 años. Nadie ha conseguido convencerla de que envejecer con arrugas en la cara es maravilloso. Su madre, Paloma Rocasolano, es más natural. Letizia paloes más Paloma San Basilio: inexpresiva y con una frente especialmente lisa. Parece de cera:
El fotógrafo no ha tenido piedad, un primer plano de la cara de la reina durante los actos oficiales de la visita a la isla de Menorca. Toda la prensa adicta a Letizia se limita a explicar que vestía de Mango. Pero lo que no destacan es lo más obvio: la reina está restando calidez en la expresión y parece que lleve una máscara. Las cejas falsas acabadas en punta hacia arriba la hacen todavía más antinatural. En forma de uve. Letizia se ve bien en el espejo. Felipe se resigna. El futuro es de Leonor. Letizia no está preparada para ceder el protagonismo a su hija y sigue preocupada en parecer la presentadora del Telediario 20 años más joven. De las tres mujeres de tres generaciones, Letizia es la más artificial:
Paloma Rocasolano tiene 70 años, Letizia 50 y Leonor 17. Y la que tendría que ofrecer una imagen de proximidad y calidez es la que la tiene más alejada de la normalidad. Letizia habla poco, su función constitucional está a punto de acabar. Cuando Leonor cumpla 18 años, en octubre, el papel de Letizia como regente en caso de muerte de Felipe desaparece. Punto final a 18 años de papel de reserva como jefe del Estado por muerte del marido. Letizia apaga su protagonismo y se resiste, viéndose brillar como una bombilla en el espejo, sin cejas ni facciones. Tiene que dejar paso a la princesa y empezar o salir menos u operarse menos.
Letizia en la farmacia
La casualidad ha querido que Letizia después de pincharse en el médico aparezca en un acto oficial... en una farmacia. Los reyes han inaugurado la Farmacia Llabrés, una antigua tienda ubicada en el centro histórico de Ciutadella rehabilitada con fondo de la herencia que recibieron los monarcas del empresario menorquín Juan Ignacio Balada Llabrés, muerto en el 2009. Antes de inaugurar la farmacia, uno de los pocos ejemplos que quedan del diseño modernista en Menorca, los reyes han recurrido las calles del casco antiguo de la ciudad, blindada con motivo de la visita.
La rehabilitación de la Farmacia Llabrés, cerrada durante casi cuatro décadas, es uno de los proyectos realizados con la herencia que recibieron de parte de Balada Llabrés y que los monarcas han dado a la Fundación Hesperia, propietaria del edificio. El empresario menorquín cedió el 50% de su patrimonio, 9,8 millones de euros, a los entonces Príncipes de Asturias y a los ocho nietos de los reyes Juan Carlos y Sofía, mientras que sobre el otro 50% determinó que se utilizara para crear una fundación de interés general. Por suerte el dinero no lo ha gestionado el mayor de los ocho nietos: Froilán.