Letizia y Cristina no se soportan. Eso es un hecho. Las dos cuñadas no son precisamente las mejores amiguis del mundo, y la cosa viene de lejos. La hermana mayor de Felipe y la asturiana son como la noche y el día, y después de todo el escándalo por el caso Nóos, Letizia le ha ido comiendo la oreja a su marido para alejarse tanto como sea posible de aquella rama de la familia. Pero de aquí a que se la ningunee y se haga un feo, no solo a ella, sino especialmente a sus hijas Leonor y Sofía, hay un trecho. Y ahora hemos sabido de una nueva demostración de cómo en casa de la infanta Cristina les lame un pie todo lo que tenga que ver con los Ortiz.
Les hemos hablado los últimos días de la publicación de un nuevo libro sobre los Borbones, el que ha escrito y ha acabado de publicar la periodista de Vanitatis Sílvia Taulés sobre los jóvenes de la familia, sobre los hijos de las infantas Elena y Cristina, donde se nos acerca a aspectos poco o nada conocidos sobre los sobrinos del rey: Juan, Pablo, Miguel, Irene, Froilán o Victoria Federica.
Así, en Los sobrinos del Rey. Su día a día, sus sueños, sus amores y sus polémicas hemos sabido que Juan Carlos se pone de los nervios y llama indignado si su nieta Vic se pinta a las cejas de color rosa o se pone la mano en el bolsillo: "Si aparece con las cejas pintadas de rosa, al poco rato recibe una llamada de su abuelo para preguntarle qué era eso. No le gustaba el camino que estaba tomando y menos que lo hiciera con una imagen totalmente alejada de lo que se espera de una royal. Y esa mano, siempre en el bolsillo, se lo habrán dicho en la agencia que la ha contratado como modelo, pero es de lo más vulgar, no es propio de una grande de España". U otra jugosa anécdota, ahora con Irene Urdangarin como protagonista.
La autora explica, por ejemplo, cómo es la habitación que tiene Irene, la hija pequeña de Cristina e Iñaki Urdangarin en la casa de su madre en Ginebra, una cámara, por cierto, "amplia y muy luminosa. Todas las paredes son blancas y están revestidas de madera desde el suelo hasta la mitad. En el cuarto hay una gran mesa escritorio, también blanca, una cama doble esquinada y llena de cojines, y muchos armarios, porque a la chica le gusta mucho la ropa y posee gran cantidad de piezas". Lo más significativo, sin embargo, lo encontramos en las paredes, donde "cuelgan fotografías por todas partes". ¿Y qué se ve en estas fotografías?: imágenes de todo tipo, especiales para ella, con muchos momentos vividos por su familia. Fotos y más fotos de su padre, su madre, el yayo, los amigos, los hermanos y los primos... pero no todos.
Especialmente está repleta de Juan, Miguel y Pablo, "son ellos, los tres Urdangarin de Borbón, quienes han cuidado y mimado a Irene desde pequeña. Entre todas las fotografías, alguien que allí ha estado muchas veces, hay un hermano que sale muchas más veces que el resto: Juan, el mayor, una persona querida y adorada por todos a quienes se pregunta. Es más, cuando aparece su nombre en una charla, muchos cambian hasta el gesto y la mirada se torna, podríamos decir, amorosa”. Irene adora a su hermano mayor, y al resto de la familia. La sorpresa, sin embargo, es quién no sale. Quién no cuelga en las paredes de la habitación de Irene en su casa de Ginebra: "las paredes de la habitación de Irene son un símbolo de la familia: están todos menos sus tíos, es decir, los reyes Felipe y Letizia, y sus primas, la princesa heredera Leonor y la infanta Sofía". Letizia y su familia, ninguneada una vez más.