Hay algo inquietante en la desaparición de Juan Carlos de la agenda familiar. El rey emérito es la razón esencial para que Felipe sea rey y Leonor princesa. Pero no es solo que lo hayan apartado de los actos oficiales, es que no está ni cuando la abuela Sofía va a los premios princesa de Asturias. Una humillación en toda regla. Y una de las cronistas reales que mejor lo conoce, la catalana Pilar Eyre, escribe que la relación familiar está más deteriorada que nunca. ¿La culpable? Letizia, con el visto bueno de su marido.
De la educación de las niñas se encarga la reina, para bien y para mal. Si Leonor es una obra maestra de contención, serenidad y don de lenguas, también es una niña que se relaciona mal, o de forma nula, con los abuelos paternos. Si a la reina Sofía le clavó un manotazo en público en la catedral de Palma, a su abuelo Juan Carlos no lo ve ni por los cumpleaños. Eyre: "Juan Carlos y Sofía solo ven a sus nietas en actos oficiales... Pasan meses enteros sin encontrarse". Que le pregunten a cualquier abuelo qué siente si le impiden ver a sus nietos durante meses.
A Eyre le han explicado fuentes de Zarzuela cómo podría relacionarse Leonor con los indepes: "Lástima que no dejen intervenir en su educación a Juan Carlos, que le podría contar su experiencia con grupos de falangistas que le tiraban tomates podridos y le gritaban no queremos reyes idiotas. ¡Y el episodio con los abertzales en Gernika! (...) que el rey emérito tuviera más trato con su nieta, su consejo le enriquecería".
Leonor podría relacionarse mejor con los republicanos que protestan en Barcelona contra la visita del rey. Sería tan fácil como hacer que les salude. Pero Zarzuela prefiere que la princesa de Girona guarde el título catalán en el fondo de un cajón. Ha pasado por Catalunya pero no ha pisado más que parquet. La calle, ni la ha visto. Así educan a la heredera: ni abuelos ni catalanes.