Puede que Letizia no fuera la candidata ideal. Su profesión, origen de nacimiento, la separación de sus padres y el carácter parecían incompatibles con la labor de ser reina. Aun así, esto no impidió que Felipe VI y ella se casaran muy enamorados en 2004. Ya han pasado casi dos décadas de aquel acontecimiento que le dio la vuelta al mundo entero, la historia del príncipe y la plebeya. De cara al público su relación parece estable y duradera, pero en el fondo no son tan perfectos como dan a entender. Prueba de ello son las madrugadas en un piso del barrio de la Latina (ubicado en Madrid) y sin escoltas.
Letizia llegó a Zarzuela como un huracán. Al principio, sus acciones eran calculadas y poco trascendentales. Cuando finalmente obtuvo el poder, muchas cosas cambiaron. Entre ellas, el protocolo de los escoltas. Se dice que no hay buen entendimiento entre la reina y sus guardaespaldas. Constantemente son sorprendidos con planes improvisados y salidas que están fuera del cronograma, por lo que es más complicado lidiar con su seguridad y preservar su intimidad. Otro de los problemas es que les exige que realicen labores para las que no están contratados.
Eso no quiere decir que todos los escoltas tengan un problema con la reina. En realidad, hay algunos con los que ha hecho amistad. Tanta amistad que han sido despedidos o trasladados de cargo. Este final radical se debe a que la acompañan en escapadas (no autorizadas) y también le permitieron irse sin supervisión en determinadas ocasiones.
Letizia se escapa en plena crisis
La reina se convirtió en una experta en escapar de los fotógrafos y el radar de los ciudadanos. Así como en sus vacaciones privadas se desconocen los destinos elegidos, muchas de sus salidas guardan el mismo hermetismo. Su ingenio radica en crear un look nada monárquico, sin tacones ni vestidos. Cara lavada, look desenfadado y actitud de ‘mortal’. De hecho, la periodista Carmen Duerto una vez comentó una anécdota similar. “Un día fue a comer con el diseñador Felipe Varela y cuando el camarero le dijo que le recordaba mucho a la reina, ella, lejos de reconocer ser Letizia, respondió: ‘ya, me lo dicen mucho’”, detalló.
Con años de práctica, juega al despiste como nadie. Y es que hay muchas actividades que no figuran en la agenda oficial. Sus planes son de carácter privado, deja el palacio y hace visitas sorprendentes. Los fines de semana era habitual que desapareciera por completo. Hasta que se supo que iba sin falta a un piso del barrio de la Latina a tomar copas y cenar con amistades. Frecuentaba un círculo privado que era su refugio durante las crisis matrimoniales.
“En esa época, Letizia estaba muy delgada, tensa y con muy mala cara. Tenía un grupo de amigas con las que se sentía muy a gusto y protegida”, explicó la columnista Pilar Eyre.
Se dice que, en 2013, Juan Carlos I le enviaba información a la prensa sobre Letizia para tapar sus fechorías. Así que ella prefería tomar distancia de la jefatura del Estado para evitar más polémicas.