La llegada del 2021 no ha cambiado nada el panorama en España. Sus líderes supremos siguen viviendo en un mundo oscuro, tétrico y nada esperanzador. La Pascua Militar ha confirmado lo que todos sabíamos: la Casa Real está alineada con las facciones más duras y extremistas del ejército. El Rey Felipe, más que un monarca, es un funámbulista que se esfuerza única y exclusivamente en dos tareas: pasar de puntillas sobre los temas más espinosos que afectan su reinado, y no molestar a su guardia pretoriana, la que amenaza con golpes de estado y asesinatos masivos de aquellos que no comulgan con la ideología más rancia. Al papelón de Felipe, este año, hemos de añadir la sumisión de la Reina Letizia. Entre los dos envían un mensaje perturbador: España es más negra que nunca.
Uno, disfrazado de capitán general con toda la quincalla. La otra, vestida con una capa negra hasta los tobillos, más propia de 'El cuento de la criada' que de un país democrático y con una pizca de alegría. La elección de vestuario es elocuente, y no presagia nada bueno. Si en el exterior del Palacio Real Letizia era un trozo de carbón, en la sala del trono y en petit comité sí que ha 'alegrado' la vista de los allí presentes: autoridades, militares y guardias civiles la han podido ver con una blusa blanca. Varias publicaciones, siempre aduladoras con el régimen monárquico, han celebrado la puesta en escena por "sobria y elegante"; la realidad, sin embargo, es preocupante para el futuro del estado. Una curiosidad, eso sí: quizás Letizia no las tenía todas, porque cogía su bolso de mano con energía, como si alguien le quisiera birlar la cartera. Quizás que la experiencia en Zarzuela le ha enseñado trucos para no sufrir desagradables incidentes, como ya demostró la suegra Sofía con el cordón instalado en su teléfono móvil.
Un cuadro, vamos. Feo y deprimente, como la Corona y el ejército.