Si Isabel II tuvo un annus horribilis a causa del divorcio de Carlos y Diana, Letizia ya puede afirmar que la sombra de su propio divorcio le está provocando un final de annus horribilis. El peor Fin de Año de su vida le ha llegado a los 51: las hijas fuera de casa, el marido distanciado y ella como la adúltera de España a ojos de los ciudadanos. Y lo que le está haciendo más daño: por acción u omisión está consiguiendo que no se pueda hablar con libertad de su examante Jaime del Burgo. Parece material secreto, los periodistas hablamosde eso por whatsapp y cuatro gatos lo hacen noticia. Letizia está haciendo de tripas corazón y no cancela la agenda, solo ha ordenado que se limite a actos del IBEX 35 o con instituciones oficiales. Ha prohibido que le organicen actos en la calle y baños de masas como el que se dio a Tudela, Navarra para presidir un Festival de Cine el mes pasado. Letizia tiene pánico a que le llamen "adúltera, infiel, reina de los cuernos".

Último baño de masas de Letizia, 3 de noviembre, Tudela, Casa Real

La reina aguanta la respiración para acabar el año, que pasen las Fiestas y a ver cómo empieza 2024. Confía en que cuando reaparezca dentro de 3 semanas habrá pasado el tsunami Del Burgo. No conoce a España. El chismorreo es mayor cuanto más se intenta esconder. Antes de Fiestas solo le queda un acto oficial sola, el de este martes en Asturias, su tierra natal donde según las malas lenguas no pueden ni verla porque va de asturiana sin sentirlo. Muchos madrileños se hacen los asturianos porque da caché. El caso es que ni en Asturias la reina ha osado pisar la calle y ha ordenado que su último acto oficial de 2023 sea en un centro Cultural de Avilés aislado, que parece una nave espacial, rodeada de cargos públicos, los directores de los diferentes Institutos Cervantes esparcidos por el mundo. Letizia protegida, bajando del coche oficial con su traje de superheroína: de total rojo España, para disimular la cara de tensión permanente con la mandíbula apretada como si se le escapara el pipí. Letizia (como Luís) sé fuerte:

Letizia con sonrisa congelada el último acto de 2023, GTRES
Letizia aislada a Avilés, CR
Letizia adiós a 2023 en Avilés, EFE

La reina está desarrollando una especie de agorafobia, de miedo a la multitud. Letizia como un robot, mirada perdida, sonrisa impostada, congelada, como pintada en la cara. No puede disimular la amargura intensa, profunda y lógica que está reviviendo. Ya vivió la infidelidad y tener que confesársela a su marido hace 12 años. Ahora suma el odio a su examante Jaime del Burgo por dejarla en evidencia desnudarla en público de la manera más brutal e inesperada y añade el malestar de saber que todos y cada uno de sus interlocutores saben exactamente qué ha pasado y la compadecen o le maldicen los huesos. Pero ya nadie la mira igual ni con los mismos ojos. Y a todo eso añadir la decepción de sus hijas de 16 y 18 años y el menosprecio del marido, que ve cómo su matrimonio es pública y oficialmente una farsa, un artificio, una repetición del de Juan Carlos y Sofía. Nadie dice que el amor asegure tener buenos reyes, Isabel II aceptó infidelidades del Duque de Edimburgo, pero Letizia había vendido una historia falsa, de mujer que no acepta las infidelidades. Debió querer decir que no acepta las infidelidades de los demás. Jueves tendrá un último acto, con Felipe en el auditorio de Madrid. Con lo que más miedo le produce a Letizia: gente.