Letizia infiel a Felipe, el escándalo mayor del reino. Cuando se va a cumplir una semana desde que estallase la gran bomba monárquica, hay algo que persiste: el silencio. La nada periodística impera, y la pretensión de no decir ni desdecir, sean cuales sean los intereses de cada uno, chirría. Más cuando nos encontramos con un relato con semejante enjundia y en el que hurgar en la herida, como bien ha venido haciendo la prensa internacional, sería lo más lógico si se busca extraer algo en claro. No está siendo así, más allá de algún cronista puntual que ha recogido las declaraciones de Jaime del Burgo en su cuenta personal de X y que lo hicieron saltar todo por los aires.
Sobre los vetos y la censura, Laura Fa contaba en TV3 que "ningún periodista habría publicado el testimonio de Jaime del Burgo, solo Peñafiel que a los 91 años pasa de todo. No aporta pruebas. La prensa de Madrid no se mira la monarquía de lejos como nosotros". Sea como fuere, silenciarlo tampoco es la solución. La imagen de la monarca con la pashmina, presuntamente profiriendo un mensaje de amor a su excuñado con pasteladas del estilo "cuento las horas para volver a vernos, amarte, salir de aquí, tuya" la vieron 12 millones de personas. Y una vez vista la cosa, la necesidad impepinable de añadir contexto entra a escena. Es cuando existe un hilo informativo que se pueden comenzar a desgranar las cuestiones de interés punto por punto, y es entonces cuando se cuenta con el bagaje para jugar con garbo a descifrar.
Qué es verdad y qué no. Qué hay de real en la instantánea de la reina que ya ha dado la vuelta a Internet, sin ir más lejos. La narrativa, que implica a Letizia tomándose un selfie dosmilero con flash protocolario en el espejo de un baño y para deleitar a su amor prohibido, es digna de telenovela. Pero las telenovelas son ficción, así que la duda sobre si la fotografía que remueve los cimientos de Zarzuela es, en realidad, un fake, se ha cernido sobre los adeptos a la historia desde que comenzó a circular. Un usuario, un tal Juan de Barcelona, decía tener las pruebas para demostrar que todo nace de un montaje prefabricado por la Inteligencia Artificial.
Cualquiera lo lee y se lo traga. Todo bien hilado y con los tecnicismos justos para persuadir desde el desconcierto. En cualquier caso, la plataforma de fact-checking Maldita ha refutado esta versión por completo: "Para demostrarlo, asegura que supuestamente hay 'una inconsistencia de píxeles', que existen 'trazas perpendiculares' o que se aprecian 'inconsistencias en la iluminación' (...). Los 'artefactos' (como 'trazas perpendiculares de píxeles') que aparecen en la fotografía se deben a la comprensión y la mala calidad de la imagen (supuestamente hecha con un dispositivo móvil de cierta antigüedad en lugar de un smartphone) y tampoco hay inconsistencias en la iluminación (...). Otros usuarios han señalado que un análisis ELA (Error Level Analysis o Análisis de Nivel de Error, capaz de mostrar una diferencia en la resolución de los píxeles en las partes editadas) tampoco mostraría una manipulación de la imagen". Eso y que, al parecer, la cuenta que dice que la foto está manipulada ya había difundido informaciones inverosímiles en el pasado.
La narración de un adulterio sin adulteraciones. Por ahora, hasta aquí podemos leer.