La reina Letizia se siente poco querida. Necesita amor, afecto, palabras bonitas. Sentirse una reina con mayúsculas, y no sólo un blanco habitual de críticas, mofas y escarnios. Se conforma con poca cosa. Un sencillo "¡guapa!" le hace temblar las piernas de emoción, y se sincera: "Hace mucho tiempo que no me dicen cosas tan agradables". No estamos hablando de una situación imaginaria, sino de la crónica del escritor y showman televisivo Boris Izaguirre durante la recepción por el día de Cervantes en el Palacio Real de Madrid, a la que fue invitado. Una crónica que el siempre ácido Jaime Peñafiel ha aprovechado para hacer visible el carácter de Letizia, acusándola de despreciar lo que el periodismo cortesano "habla y escribe, todos los días, sobre tu belleza, tu hermosura y tu elegancia".
El experto en Casa Real describe una Letizia "abrumada, confundida, halagada por tanta babosa lisonja" después de que Izaguirre regalara sus reales oídos con su belleza física: "¿Qué te parecí?" Boris "cortesano y muy sincero" (sic) le respondió: "¡Muy guapa!". Boris le recordaba un encuentro entre los dos ("que, posiblemente, la consorte ni recordaría") en una gala de entrega de premios, lo que despertó la curiosidad de la monarca, que quería saber la opinión que le quedó de ella. Y ante el elogio del venezolano, la reina se lamentaba de la falta de afecto que rodea su regía existencia, cosa que ha airado a Peñafiel: "No es cierto, ¡guapa! .¡Lo tenéis bien merecido por pelotas! ¡Nunca en el Palacio Real hubo tanta frivolidad por parte de un invitado pero, sobre todo, por parte de la anfitriona!"
Jaime Peñafiel, una vez más, no desperdicia ninguna oportunidad y se apunta un "2x1": saca los colores a una Letizia que se hace la víctima y de paso, a unos periodistas cortesanos que hacen más de palmeros de Palacio que de informadores imparciales.