Que Leonor haya jurado y besado la bandera española en la Academia General del Ejército de Zaragoza es, al margen del valor simbólico, patriótico y militarista del acto, un trance que su madre Letizia ha vivido con inquietud y sensaciones contrapuestas. Por todos es sabido que el ingreso en La General le fastidiaba, la alteraba, y que incluso ha provocado gritos y portazos en las entrañas de Zarzuela. La consorte se revolvía contra la determinación de su marido, obcecado en las viejas tradiciones que sustentan el negocio familiar. Tan viejas como nauseabundas: ver a una princesa del siglo XXI rindiendo homenaje a los tics franquistas de las fuerzas armadas resulta repulsivo. Letizia perdió el pulso: Leonor sigue el camino marcado y desde agosto es dama-cadete y potencial futura jefa de los ejércitos españoles. Eso, claro, si la nueva hornada de republicanos-fachas unidos contra Felpudo VI y la amnistía no acaban antes con la institución.

Pero dejémonos de elucubraciones y volvamos al papel de una Letizia que ha perdido a su niña. Ya es, cuando faltan 24 días para su mayoría de edad, patrimonio de otro. Ahora es hija del reino de España. Y eso comporta deberes e imposiciones, como que haya cambiado el internado elitista de Gales por una academia militar como la de Zaragoza. Contra lo que se especulaba, la soldado Leonor se está adaptando bien. Y siendo sinceros, su papel durante la jura ha sido, desde el punto de vista de ejecución, aceptable. No estaba operando a corazón abierto, pero había nervios. Se sabía el centro de las miradas del espectáculo, y ha temblado un poco en el momento culminante. Pero se ha mantenido derecha y solemne la mayoría del tiempo de la pesada ceremonia, excepto en los instantes más soporíferos o cuando buscaba, a escondidas, la mirada cómplice de sus padres. Felipe y Letizia no la perdían de vista, por descontado.

Leonor besa la bandera / EFE

El momento de máxima tensión, evidentemente, ha llegado cuando la hija del rey tenía que marcarse un solo ante los inivtados presentes en el patio de armas y los que lo seguían por televisión. Sus padres, quietos como pasmarotes pero profundamente emocionados, se han convertido también en protagonistas. Especialmente, la mamá gallina Letizia, que parpadeaba con un gesto ausente, tan extraño como el rictus de Leonor durante toda la jornada. Esta es la cara de una reina cuando pierde a una hija... pero gana una sucesora. Entre dos aguas.

Letizia mira a Leonor / TVE

Ahora bien, la reacción más llamativa se producía cuando la princesa ya había abandonado la posición central en el patio y desfilaba en solitario hasta ocupar su posición en el batallón. Sin perder esa sonrisa tan inquietante que la caracteriza, que nunca sabes si es de felicidad o porque le hacen daño los zapatos, tiene un momento de espontaneidad, cosa rara en Ortiz. Ha lanzado un suspiro que el aire se ha congelado durante unos instantes, no lo podía evitar. Ahora llegan las interpretaciones: los monárquicos convencidos hablarán de orgullo; los desafectos que lo hacía de alivio porque no la había pifiado, y los amantes de las telenovelas que era la exhalación posterior a la pérdida definitiva. No nos pondremos de acuerdo, pero la imagen es esta: Letizia se ha desinflado.

Letizia suspira / X