Los reyes de España son también los reyes de los cuadros. De los propios. Felipe y Letizia acumulan retratos pictóricos gracias a su condición de la más alta institución del Estado. Algunos carísimos, otros regalados. Muchos ridículos, como el del monarca Borbón vestido de militar en un cuartel del ejército en El Alcázar de Toledo. También los hay más entrañables, como el que le regalaron a la consorte en una visita oficial a la siempre castigada Haití: los estudiantes de un Liceo donde se enseña español le hicieron un dibujo parecido al de los artistas de La Rambla de Barcelona, pero sin caricaturas. El catálogo es prácticamente inagotable, incluso uno sin ropa de su época de estudiante en México y que el grupo Maná llevó en un disco.
El último óleo de uno de los depositarios de la Corona ha sido terminado hace pocas semanas por una pintora catalana, Imma Merino. La artista mataronense recibió el encargo por parte de una mecenas que posee un museo de arte contemporáneo en un pueblo de Jaén de 6.500 habitantes, Marmolejo. Se trata de la pinacoteca personal de Mayte Spínola, declarada fan monárquica. Tanto que ella no sabe si quedarse con "papá" o "mamá", es decir, entre Felipe y Letizia o su padre Juan Carlos, enemigos íntimos. Los idolatra a todos: "No sé por qué no regresa Don Juan Carlos". Que le pregunte precisamente a Ortiz, quizás le explica el porqué. En todo caso, la pintura presidirá el museo. Ya sabemos dónde no irá nunca Juanito.
El resultado del trabajo de Merino es sorprendente por determinados motivos. La factura es encomiable, pero para gustos, los colores. Hay quien no encuentra a la auténtica Letizia en la representación. Eso no es ni mucho menos malo, eso sí. A muchos les encanta porque mejora el original. "Está mejor que al natural". Lo más aplaudido es el rostro, que se parece mucho al de reina, aunque también sale perdiendo: "Tiene una dulzura que ya quisiera ella", o "tu Letizia se ve más natural, más cercana, menos acartonada". El cuerpo genera más debate: no presenta la delgadez y tonificación propias de la consorte. Parece más saludable, por decirlo rápido. Después está el punto de los complementos: lleva dos elementos bastante inéditos, una pulsera y un abanico. Muchos no entienden el motivo, cuando nunca los lleva encima.
Otro elemento muy sorprendente es el vestido. Que nadie lo busque ni en la hemeroteca ni en el armario de Zarzuela: no existe. Es inventado. Merino lo ha creado sobre el lienzo. Explica a 'El Español':"Sé que le gusta el rojo. Miré vestidos tuyos, que los tiene preciosos, pero ninguno me encajaba. Estuve días y días dándole vueltas, y nada. Al final pensé: "Me lo voy a inventar". Y, mira, si a la reina Letizia le gusta el vestido que le he hecho siguiendo el criterio de la pintura, que me llame". Todavía no tiene constancia que la retratada sepa de la existencia del cuadro, pero será cuestión de tiempo.
Letizia, mejor en cuadro. Éxito de la pintora, fracaso de la modelo.