El funeral de Juan Gómez-Acebo, celebrado el pasado domingo Madrid, no solo fue un evento solemne, sino también el escenario de una creciente tensión entre Letizia y la familia real, especialmente con el rey emérito Juan Carlos I. Este acontecimiento reveló las fisuras internas que atraviesa la monarquía española y, en particular, el distanciamiento cada vez más marcado entre Letizia y su suegro. La reina optó por ausentarse del acto matutino en la Iglesia de San Isidro, una ceremonia íntima donde estuvo gran parte de la familia real, y decidió acudir únicamente al segundo acto, celebrado por la tarde en la Catedral de las Fuerzas Armadas.
Durante este segundo acto, la actitud de Letizia fue de completo aislamiento. No solo evitó cualquier interacción con su esposo, el rey Felipe VI, con quien ya se ha observado una relación tensa en eventos recientes, sino que también mostró una frialdad evidente hacia el resto de la familia real. En particular, se notó su distanciamiento con Juan Carlos I y Sofía, los reyes eméritos, así como con otros miembros de la familia, como la infanta Cristina y sus hijos.
La reina Letizia se reafirma en sus convicciones contra el rey emérito Juan Carlos I
El evento estuvo marcado por la indiferencia de Letizia, que evitó dirigirse a ninguno de los presentes, manteniendo una actitud seria y distante. Aunque las tensiones con Juan Carlos I no son una novedad, este episodio en particular se vio agravado por una noticia que la reina ya conocía de antemano y que, según fuentes cercanas, la tenía profundamente indignada. A pesar de los esfuerzos por mantener la corrupción lejos de la Casa Real y proteger el legado que heredará su hija, Leonor, la reina se enteró de que el rey emérito seguía implicado en movimientos financieros poco transparentes.
La información que habría enfurecido a Letizia hacía referencia a la creación de una fundación en Abu Dabi por parte de Juan Carlos I. Según reveló El Confidencial, esta fundación, en la que están involucradas sus hijas, la infanta Elena y la infanta Cristina, tendría como objetivo transferir de manera discreta y eficiente su herencia, aprovechando la legislación fiscal favorable de los Emiratos Árabes. Esto permitiría a las infantas recibir la fortuna sin las complicaciones fiscales que enfrentarían en España.
El hecho de que Juan Carlos I siga realizando movimientos financieros fuera de España y continúe gestionando su fortuna de manera opaca, fue interpretado por Letizia como una amenaza para la imagen de la monarquía, que ella ha tratado de reformar y modernizar. La implicación de sus cuñadas en este proceso añadió más tensión a una situación ya complicada.
Felipe VI permite que Juan Carlos I y las infantas tiren por tierra el trabajo de la reina Letizia por el buen de la corona
Letizia ha dedicado años a alejar cualquier escándalo de Zarzuela y a tratar de proteger el futuro reinado de Leonor, su hija mayor. Sin embargo, la presencia constante de Juan Carlos I y su habilidad para seguir involucrado en asuntos cuestionables, pese a haber sido apartado de la vida oficial de la monarquía, contraviene estos esfuerzos. La reina se siente frustrada al ver cómo, a pesar de las medidas tomadas para distanciar a Juan Carlos I de la vida pública, él sigue gozando de una cierta impunidad y manteniendo su influencia. Y todo ello con el beneplácito de Felipe VI, que en los últimos meses ha mostrado un comportamiento más laxo con los borbones a la vez que ha ido distanciando a Letizia, impulsadora de la mejora de la imagen de la monarquía española. La reina está viendo como Juan Carlos I vuelve a darle la razón.
La reina Letizia, consciente de que esta información saldría a la luz, decidió no acercarse a Juan Carlos I durante el funeral, evidenciando así la enorme brecha que existe entre ambos. Para ella, la figura del rey emérito representa todo lo que ha tratado de combatir desde su llegada a la monarquía: la opacidad, los escándalos y las prácticas que comprometen el futuro de la institución. Su decisión de mantenerse apartada no solo simboliza su rechazo personal hacia él, sino también un mensaje claro sobre el tipo de monarquía que quiere para sus hijas y que Felipe está desmontando de nuevo.