La relación entre Letizia y su suegra Sofía es tirante, lejana y de alto voltaje. La reina no soporta a la emérita desde hace décadas, la pone nerviosa y hace que la invadan todos los demonios cuando la tiene cerca. Hace una semana, en la confirmación de la infanta Sofía, vivimos una representación de ciencia ficción en la que convivían en supuesta armonía Letizia, Leonor, las dos Sofías, Paloma Rocasolano, Jesús Ortiz y su mujer. La puesta en escena fue aplaudida por la prensa cortesana con un entusiasmo desmesurado. Pero no cuela. El festival de impostura, de nervios y de falta de naturalidad fue descomunal, y se olía a kilómetros.
A la consorte lo que le separa de su suegra son faltas de respeto hacia su familia, especialmente el día de su boda. También su actitud cómplice y consentidora con Juan Carlos de Borbón, epicentro de la mayoría de terremotos que hacen temblar a la institución monárquica y al hogar de la asturiana. La emérita es una profesional de la realeza en el sentido más caduco y rancio de la palabra, está dispuesta a todo para mantener el estatus y los privilegios. La dignidad como mujer es una minucia, no se divorciará nunca ni levantará la voz contra su maridín, sus amantes y las supuestas paternidades secretas que ha ido acumulando durante 50 años. La fractura es total. Ahora bien, no están tan distanciadas como parecería. Hay cosas que las unen.
Feo de Estado, las reinas pasan de la Copa de la Reina
Una de ellas es una falta de respeto de categoría. Un feo de Estado. Solo se puede considerar como tal que ni la una ni la otra tengan ningún tipo de respeto por las mujeres de su país, por las vasallas que intentan acabar con la discriminación y los prejuicios por cuestión de género. Por ejemplo, las futbolistas. El fútbol femenino se encuentra en el momento más álgido de su historia, pero la reina les vuelve la espalda. Solo aparece y se hace la foto en ocasiones muy señaladas, que le sirven para lucirse en los medios de comunicación e incluso dar un poco de envidia a sus hijas, especialmente a la pequeña. Es el caso de la entrega del Premio Nacional del Deporte a Alexia Putellas, la gran crack mundial del F.C. Barcelona que acaba de recuperarse de una grave lesión e intentará llegar a punto el sábado a la final de la Champions League en Eindhoven. Aquel día Letizia no faltó a la cita con la número 11 culé, sí, pero no hacía lo mismo el sábado pasado con la final que lleva su nombre: la Copa de la Reina. Se la suda, con perdón. Y no es la primera vez que lo demuestra. Exactamente como Sofía de Grecia.
Letizia declina presidir la final de su competición, el fútbol femenino le importa un rábano
La Federación española guarda silencio, pero Monarquía Confidencial asegura que enviaron una invitación oficial a la reina para presidir la final entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid en Leganés del pasado fin de semana. Un partido de locos y que las colchoneras ganaron en los penaltis tras remontar un 2-0 en los últimos minutos del tiempo reglamentario. Un espectáculo brutal que Letizia premió con su indiferencia. "La esposa de Felipe VI habría declinado la invitación para presidir dicho evento y entregar el trofeo". Un no rotundo, le molesta. Solo fue en 2019, y si te he visto no me acuerdo. Con aquella presencia superó a Sofía, eso sí, que desde que se pusiera en marcha la competición en 1983 no ha ido jamás. Victoria por la mínima, pero unidas contra un enemigo en común: el fútbol femenino.
La sororidad de las reinas, con cuentagotas.