La joven Lilibet Diana Mountbatten-Windsor, conocida actualmente como Lilibet de Sussex, hija de Meghan Markle y el príncipe Harry, se encuentra en la senda de una herencia extraordinaria que incluye joyas de gran valor. A pesar de su corta edad, se estima que su futuro joyero podría alcanzar un valor cercano al millón de euros, una cifra que, aunque modesta en comparación con la herencia de su prima, la princesa Charlotte de Gales, sigue siendo impresionante para cualquier persona.
Las joyas de la Familia Real británica son famosas por su esplendor y su rica historia. Desde tiaras deslumbrantes hasta collares de esmeraldas, cada pieza cuenta con un legado que fascina tanto a los entusiastas de la realeza como a los coleccionistas de joyas. En el caso de Lilibet, se espera que herede una colección que incluye piezas que pertenecieron a su abuela, la princesa Diana, así como joyas adquiridas por su madre.
Entre los tesoros que Lilibet podría recibir se encuentran el reloj Cartier Tank Française de Lady Di, valorado en más de 500,000 euros, y el anillo de aguamarina Asprey, que también perteneció a la difunta princesa y está valorado entre 75,000 y 85,000 euros. Estos artículos no solo son valiosos en términos monetarios, sino que también llevan consigo un profundo significado emocional, conectando a Lilibet con la princesa Diana, la más querida en la historia de la monarquía británica.
Comparación con la herencia de Charlotte
Ahora bien, mientras que Lilibet está destinada a heredar un millón de euros en joyas, su prima Charlotte, hija de Kate Middleton y el príncipe Guillermo, se encuentra en una posición aún más privilegiada en términos de herencia. Se estima que su colección de joyas, que podría heredar de su madre Kate Middleton, tiene un valor que supera los 97 millones de euros. Esta diferencia se debe, en parte, a la vasta colección de joyas que Kate ha acumulado, muchas de las cuales fueron heredadas de la reina Isabel II y otras figuras prominentes de la realeza.
Charlotte podría ser la futura propietaria de piezas icónicas como la gargantilla de diamantes, que originalmente perteneció a la reina Mary, la tiara Cartier Halo, el collar Nizam de Hyderabad, la tiara Lover's knot, el conjunto de zafiros saudíes y su pulsera de perlas de tres vueltas y el famoso anillo de compromiso de zafiro de su abuela Diana, valorado en 350,000 euros. Así, la diferencia en el valor de las colecciones refleja no solo la historia de cada familia, sino también el impacto que cada miembro tiene en la herencia real.
Un legado familiar
El legado de las joyas en la familia real británica no se limita al valor económico. Las joyas son portadoras de recuerdos y tradiciones familiares. La princesa Diana, en una carta, dejó claro que deseaba que sus joyas fueran heredadas por las esposas de sus hijos, lo que añade un nivel de sentimentalismo a estas piezas. Meghan Markle, al recibir algunas de estas joyas, no solo está preservando un legado, sino también creando uno nuevo para su hija. Y es que, a medida que Lilibet crezca, tendrá la oportunidad de lucir estas joyas en momentos significativos de su vida, como su futuro matrimonio. La conexión emocional que estas piezas representan será un recordatorio constante de su herencia y de las mujeres que la precedieron.