26 de enero de 1939. Después de tres años de guerra, las tropas franquistas entran a Barcelona a primera hora de la mañana. Las instituciones de la República y de la Generalitat hacía pocos días que habían sido evacuadas y miles de personas emprendían el camino del exilio.

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Al drama de la guerra le siguieron los casi cuarenta años de la dictadura de Franco. Murió el dictador y los Borbones recuperaron el trono por la puerta de atrás. Un chanchullo que cada vez pone en duda más y más gente. Es quizás por eso que Felipe VI es uno de los reyes más impopulares de Europa.

Pero a los Borbones ya les está bien e incluso algún miembro de la familia se atreve a celebrar la hazaña del fascismo en Catalunya. Luis Alfonso de Borbón, biznieto de Franco y de Alfonso XIII y primo segundo de Felipe, conmemora de manera indignante el ocupación militar de Barcelona. La ciudad fue liberada de "la barbarie roja", dice. Y la guerra fue "entre españoles y por tanto entre catalanes". El Borbón franquista acaba con una comparación impresentable: “No dejemos que el nacionalismo repita la discordia y la fragmentación entre los catalanes”, sugiriendo que todavía podría haber una nueva guerra y culpando a los independentistas de lo que pueda pasar. Como quién no quiere la cosa.

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No es la primera vez que Luis Alfonso de Borbón hace este tipo de declaraciones incendiarias. Su amor declarado a todo lo que desprenda fetidez a fascismo le ha llevado a presidir la Fundación Francisco Franco.

En Barcelona también se acuerdan de su abuelo. La estatua ecuestre del dictador inspiró no hace mucho a un montón de catalanes, que vertían su arte sobre ella. Ya lo ve el Borboncito, el criminal Franco no deja indiferente a nadie.