Día marcado en rojo por los más monárquicos, con la entrega de los Premios Princesa de Asturias en Oviedo, donde la heredera pronunció un discurso explicando a los españoles sus inquietudes y cómo está de orgullosa de todo lo que representan los premiados y donde, evidentemente, vimos muchas imágenes curiosas, peculiares, y alguna de ellas, impactante, protagonizadas por la familia real. De la que más se ha hablado, del momento en que la princesa, después de pronunciar su discurso, se puso a aplaudirse ella misma, fruto de los nervios del momento y de la inexperiencia, momento que Felipe le recordaba, con una sonrisa, que aquello no tocaba, que no se tenía que aplaudir a ella misma, y la joven respondió simpática, consciente del error cometido.
Otra de las que aplaudió con ganas fue la abuela de la protagonista. La abuela materna. Y especificamos, porque este viernes en el Teatro Campoamor se vieron dos imágenes muy significativas de cómo es el carácter de una y otra abuela. Por una parte, vimos como Paloma Rocasolano, no sólo aplaudía con ganas, sino que estallaba a llorar desde la platea. Mar de lágrimas emocionada viendo a su nieta pronunciar su discurso ante todo el país. Fue sola, sin su pareja Marcus Brandler. Al igual que Sofía, que también fue sola, sin su maridito Juancar, a kilómetros de allí.
Paloma Rocasolano, a moco tendido. Mientras tanto, Sofía, mucho más protagonista, chupando cámara, aparecía en todas las imágenes al lado de Felipe, Letizia y las niñas. Pero en ella vimos una actitud bien diferente. Quizás también estaría igual de emocionada como su consuegra, pero lo disimuló muy bien. Porque mientras la madre de Letizia no podía contener las lágrimas, lo que no podía contener la madre de Felipe era la mala leche. La imagen más paradigmática la vimos antes de salir al exterior, cuando Sofía, con cara de pocos amigos, hace frenar a su nieta y se le pone en frente para salir antes que ella, como si fuera una señora impaciente en la cola de un supermercado, de aquellas que iría a la guerra para que no ose colársele nadie en la cola. Una imagen de tirantez y rigidez que contrastada con la más humana de Rocasolano, deja a la griega a la altura del betún. La gran Pilar Eyre, quién si no, es quien se ha dado cuenta de ello:
La yaya Sofía, como la bruja mala de El mago de Oz. La abuela Paloma, todo lo contrario... Una nueva victoria de Letizia sobre los Borbones.