El pasado 11 de enero, el buque escuela Juan Sebastián Elcano zarpó del puerto de Cádiz para iniciar una travesía de 17.000 millas, pasando por 8 países. A bordo viajaba la princesa Leonor, quien se encontraba en una nueva etapa de su formación militar. Este viaje representaba una oportunidad única para su desarrollo, siguiendo los pasos de su padre, Felipe VI, y su abuelo, Juan Carlos I. Sin embargo, lo que prometía ser una de las experiencias más enriquecedoras de su formación se ha convertido en una verdadera pesadilla.

En estos casi tres meses de navegación, Leonor ya ha visitado Brasil, Uruguay y Chile, pero los problemas han comenzado a acumularse. A diferencia de sus compañeros, Leonor no tenía formación previa en navegación. El no haberse integrado en el club náutico y no haber realizado regatas con su padre, Felipe VI, le ha pasado factura.

Elionor en el Juan Sebastián Elcano
Leonor en el Juan Sebastián Elcano

La princesa Leonor no se adapta a la vida en alta mar

En estos primeros dos meses medio, Leonor ha tenido que lidiar con serios problemas de salud. Cinetosis, una afección que provoca mareos, náuseas y vómitos, ha sido una constante debido a su falta de costumbre en el mar. Además, ha sufrido otros problemas digestivos, lo que ha complicado aún más su travesía. El movimiento brusco de la embarcación y las aguas agitadas han hecho que la situación empeorara, especialmente durante los 21 días que estuvo sin pisar tierra firme entre Tenerife y Brasil.

El equipo médico del buque, preocupado por su estado, le recetó biodramina, pero la princesa no pudo evitar las continuas recaídas. Se vio obligada a confinarse en su camarote, buscando refugio en la privacidad de su espacio. La travesía no ha sido nada fácil, y con el paso de los días, Leonor ha enfrentado desafíos tanto físicos como emocionales que le han dejado agotada.

Elionor en la jura de bandera / Casa Reial
Leonor en la jura de bandera / Casa Reial

Confinada por segunda vez por malestar

Ahora el buque ha estado navegando por aguas bastante revueltas. Es lo habitual en esa zona del Atlántico. Y ello no ha hecho más que agravar el estado de la heredera. Cuando la nave vuelve a zarpar, Leonor se derrumba, con una sensación de agotamiento y un malestar que parece no tener fin, hasta el punto de que la pasada madrugada tuvo que ser confinada de nuevo para evitar nuevas caídas y percances. A pesar de sus esfuerzos por adaptarse, la princesa no ha logrado superar la situación, y navegar le está resultando demasiado complicado.