Ya sabemos que Juan Carlos tiene la mano muy larga. Y no hablamos sólo de la tendencia que tiene el emérito a coger dinero a tutiplén y llenarse los bolsillos. Aprovechando su situación, y fruto de su histórica pulsión braguetera, el rey a menudo ha demostrado lamentables abusos de poder. Las periodistas son su especialidad. A una reportera fotógrafa del Congreso le dejó ir: "Te voy a dar mi número, pero no se lo cuentes a tus compañeros, porque es solo para mis amistades especiales, y tú lo vas a ser, ¿verdad chiquitilla?". La periodista británica Selina Scott todavía recuerda un reportaje que le hizo al monarca y lo define como un "sobón", que rima con Borbón.
El mundo del artisteo tampoco ha quedado indemne a los acercamientos babosos de Juan Carlos. Y una de las máximas exponentes de la canción española, la histórica María Jiménez, acaba de revelar el mal trago que le hizo pasar su majestad en una recepción. Se lo ha explicado a Cristina Pardo en su programa de La Sexta.
Confiesa Jiménez que el rey es un gran fan de la cantante. Que ella le enviaba todos sus discos, menos el último, y que "Teníamos una relación muy bonita". Bonita, pero no lo parece la vergonzosa anécdota que explicó sobre el ex jefe del Estado. Hace unos años, Jiménez y su marido, el difunto actor Pepe Sancho, fueron a un acto organizado por Zarzuela. Y en un momento, determinado, el rey "me cogió por el brazo y empezó en dar vueltas por los Jardines del Moro". Explica que el rey "era muy ameno conmigo, dándome las gracias por un disco, que escuchaba mi música en el helicóptero... Vamos, encantador". Tan encantador que no le soltaba el brazo, apretando con mucha fuerza. "Y yo: ay, ay, ay, ay. ¡Pepe! ¡Pepe! Y Pepe no me echaba cuentas. Hasta que ya me pude soltar del rey".
Le pregunta Pardo: "¿Pero tan fuerte te agarraba"?. Y ella: "Vamos, eran alicates las manos". Jiménez, al volver del paseo, recuerda que el emérito le dijo: "Señora, usted tan guapa como siempre". "Muchas gracias, muchas gracias, adiós, adiós, adiós," fue su respuesta, con ganas de largarse. Cuando se marcharon de allí, le preguntó a su marido: "Pepe, ¿cómo no me echas una mano, hijo?". Y Pepe le dijo: "¿qué quieres, que le diga al rey 'majestad, deje usted a mi mujer, suéltela ya?'". Pues no hubiera estado mal que se lo hubiera dicho. Jiménez lo recuerda como una anécdota: "Qué mal rato me hizo pasar a mi el rey". Pero está claro que normal, no fue. Sólo hay que ver que en posteriores recepciones reales ella "se escondía" para evitar un encuentro similar.