El próximo 31 de agosto los aficionados al chismorreo royal tienen una cita bastante interesante: la boda entre Marta Luisa de Noruega y Durek Verret. La primogénita de Harald V, apartada de la corona por la machista Ley Sálica, está viviendo un cuento de hadas con el chamán norteamericano. Bien, cuento de hadas: aquí se mezclan muchos géneros, especialmente aquellos que tienen que ver con la fantasía e incluso el misticismo. Y una prueba irrefutable la tenemos al alcance de la mano en las redes sociales, donde la no-princesa ha presentado un monograma de los futuros marido y mujer. Curiosa práctica, la de la tarjeta de presentación royal cuando no lo eres por voluntad propia: "No es un monograma oficial, ya que ya no represento a la familia real en acontecimientos oficiales. Es simplemente un símbolo maravilloso que contiene mucho simbolismo sobre nuestro amor", ha escrito Marta.
Lo más llamativo de la historia, y lo que tiene a todo el país estremecido, es precisamente el diseño y su lectura. Bajo el pretexto del Antiguo Egipto se incrustan las iniciales M y D, caballos, búhos, un diamante, un corazón, el infinito y también un ojo de Horus. Un batiburrillo. La mayoría de las referencias hablan de amor, de la resistencia y durabilidad de su romance, de pureza, compromiso, etcétera. Perfecto, viva el amor. Pero no podemos pasar por alto la explicación que hace Marta Luisa, dando pie a una confesión a que ha dejado al país escandinavo con los ojos como platos. Seamos claros: son bastante friquis.
Se han pasado de intensos: ahora resulta que Durek no solo es un "lagarto de otro planeta", palabras textuales suyas. Es que ahora también ha tenido tiempo para vivir otra etapa en los reinos de los faraones y, además, en compañía de la royal noruega: "Honrando nuestra vida conjunta anterior en Egipto, el monograma abraza los jeroglíficos y los símbolos egipcios". Surrealista de pe a pa. Tampoco está nada mal la lectura sobre el diamante: "Representa el portal entre los reinos físicos y metafísicos". Están cu-cú. Es así.
Las reacciones en las redes de los ciudadanos noruegos, quiénes por cierto vuelven a convivir (con tiranteces) con la exprincesa y su futuro marido, son contrapuestas. Hay quien aplaude la iniciativa, pero también quienes les destrozan sin piedad. "¿Qué locura es esta?", "¿vidas pasadas en Egipto?", "¿qué tal si bajamos al planeta Tierra?", "es grave que un miembro de la familia real confiese la reencarnación", "siento lástima por tu familia que tiene que fingir que acepta tus decisiones"... Un éxito.