Noruega vuelve a la calma tras dos días de intensa actividad royal. La visita de estado de Federico y Mary de Dinamarca les ha dejado con la lengua fuera. El rey Harald V, de 87 años y con una salud cada vez más débil, y su mujer Sonia, de 86, ya no están para tantas idas y venidas. Y Haakon y Mette-Marit, los príncipes que interpretan, de facto, su papel, han tenido que trabajar y de lo lindo para hacer de anfitrión, cicerone e incluso testimonio mudo de la particular relación entre los monarcas daneses. A la que no se ha visto, eso sí, es a otra princesa. La más polémica y rebelde. Tenía que ser la futura reina, pero la machista Ley Sálica le birló la corona. Y, de alguna manera, se ha vengado. ¿Cómo? Haciendo lo que le da la gana.
Hablamos de Marta Luisa de Noruega, la primogénita apartada que renunció a su actividad royal, pero no al tratamiento de princesa y alteza real. Ha tenido una vida movida, y una relación con sus padres complicadísima. El terreno íntimo y sentimental, el más espinoso. Se casó con un escritor de vida disoluta, aficionado a excesos públicos y privados. Nunca se cortó ni un pelo, convirtiéndose en una piedra en el zapato de la Casa Real. Tuvieron tres hijos, se divorciaron en 2016 y, tres años después, el hombre se suicidaba. Era 2019, año muy significativo para su existencia. Porque Marta Luisa había encontrado el amor. Y, una vez más, el afortunado era un personaje peculiar.
Ese año tuvo lugar la irrupción de Durrek Verret, un ciudadano norteamericano con un historial vital no menos llamativo: le llaman el chamán, y dedica su vida a las terapias alternativas. Él, parece ser, se considera un "lagarto de otro planeta". Una enfermedad cardiaca cuando era niño complicó su desarrollo, y le ha provocado otros trastornos de salud como insuficiencias renales graves, aparte de pasar dos años en una silla de ruedas. Su amor, incomprendido, criticado e incluso detestado, ha vencido a todo. Y en agosto se casarán. Será en Noruega, donde han vuelto tras vivir en los Estados Unidos durante los últimos años. Se compraron una casa en el pueblo de los ricos y poderosos del país, una residencia de 1,6 millones de euros. La encuentran pequeña, y por eso quieren hacerla más grande. ¿El problema? Que en Noruega, la ley es más importante que la condición de royal.
El diario local 'Sol' anuncia la bofetada pública de la localidad de Bærum, que ha tumbado sus pretensiones y urgencias para empezar las obras. No los intimidan, y por eso han dicho un "no" rotundo a la licencia para reformarla. Hasta el próximo año, ni pensarlo. No están dispuestos a hacer ninguna excepción, cosa impensable en un país como España, donde el servilismo cortesano ha sido la norma desde tiempos inmemoriales. No son intocables, y el rey no ha movido ni un dedo para cambiar la decisión. Por lo tanto, que Marta Luisa y el chamán se abracen muy fuerte en su enorme mansión hasta nueva orden. Y a llorar, a la llorería.