Mary Donaldson, la princesa Mary de Dinamarca, no aguanta más. Consciente de que le están haciendo la cama, está pensándose muy seriamente mandar a hacer gárgaras a su marido Federico. Las fotos con Genoveva Casanova en Madrid han abierto la caja de los truenos, el matrimonio real peligra. El divorcio está más cerca. Y contra lo que los malpensados puedan decir, esta opción es la menos beneficiosa para sus intereses personales. Sin embargo, está dispuesta a sacrificarlo todo por una palabra clave: la dignidad. No es una consentidora. No es una mujer abrazada a un título, a un estatus ni a un cheque de muchos ceros. Si su hombre es un infiel, un mentiroso y un caradura, hasta aquí. Así de sencillo, y así de complicado al mismo tiempo.

La víctima principal de la exclusiva de 'Lecturas' que ha dado la vuelta al mundo ha sido maltratada sistemáticamente por los royals daneses. Especialmente por el propio Federico, pero también por su madre, la reina Margarita. La veterana monarca nunca la ha mirado con buenos ojos; de hecho, ninguna de las novietas de su hijo le han convencido. Como le pasó a Felipe VI, la lucha por escoger pareja fue a cara de perro. Margarita iba despachando pretendientes por razones diversas, aunque, al fin y al cabo, se podría resumir en clasismo, prejuicios e ideales de carácter medieval. Finalmente, accedió al compromiso con Mary, pero fue un mal menor. Al menos no era una modelo de ropa interior, como el gran amor de Federico, y por la que dicen lloró desconsoladamente el día que le dio el "sí, quiero" a Donaldson. Un visto bueno envenenado, como se demostró poco después de las nupcias.

Boda de Federico y Mary de Dinamarca / GTRES
Mary, Margarita, Christian y Federico de Dinamarca / GTRES

Las capitulaciones matrimoniales son una constante en la realeza. Los poderosos quieren proteger su patrimonio y fortuna de elementos externos, sobre todo cuando estos son plebeyos y, por lo tanto, sospechosos de advenedizos y aprovechados. Frederic y Mary firmaron un documento de este tipo al convertirse en marido y mujer, pero dos años después y embarazada del segundo hijo, la obligaron a estampar su firma en un nuevo documento absolutamente leonino y despiadado. Si se acababa el amor, si todo saltaba por los aires, la australiana se marcharía de la misma manera que había llegado: pelada. Renunciaba a indemnizaciones millonarias, a derechos sobre inmuebles y posesiones, incluso a la posibilidad de trasladarse a vivir allí donde quisiera. La corona controlaría cada paso, sometiéndola de manera radical. Donaldson, enamorada y convencida de la lealtad de su marido, paso por el aro. Quedaba en inferioridad manifiesta, pero no sería ella quien pusiera el matrimonio en peligro. Ya se encargaría Federico de hacerlo.

Mary Donaldson / GTRES

Con el alboroto mayúsculo organizado en torno a estos protagonistas, lo más fácil sería pensar en una Mary sumisa, sufriendo en silencio por no renunciar a aquello que todavía tenía atado y bien atado. Al estilo de la reina Sofía, vaya: conocedora de miles de aventuras del marido Juan Carlos, pero muda y maleable a cambio del título real. No hay que decir que la aussie no es como la griega, tiene muchos más valores en la uña del pie que la madre del rey de España. Si se divorcia ofrecerá una lección humillante a la emérita y a toda la Casa Real española, la enésima propinada por un royal europeo. El todo por la pasta de Sofía quedará hundido. Diferencias entre los royals pata negra y los que han vivido en el mundo real. Ojalá que pase.

Juan Carlos y Sofía / RTVE