Fue una de las noticias que llenaron las portadas de la prensa del colorín: La visita de la familia real holandesa a la Feria de Abril de Sevilla. Willem-Alexander van Orange-Nassau y Máxima Zorreguieta, acompañados por sus tres hijos, se lo pasaron en grande entre casetas, música, tapas y rebujitos. Incluso, la reina, de origen argentino, iba vestida de flamenca para sumergirse completamente en la animada fiesta de la capital andaluza. Y lo consiguió: Zorreguieta se arrancaba a bailar sevillanas en una fiesta organizada en la caseta del consulado italiano, y un vídeo de su performance hacía las delicias de los medios españoles. También las de los holandeses, encantados por el momento folclórico typical spanish.

Aunque la escena fue reflejada alegremente por los medios locales, pocas horas después el gobierno del país mostraba su desaprobación por la difusión de un "momento de intimidad de la pareja real". Y en Holanda, por lo visto, no se anda con historias si se trata del binomiao prensa-realeza. Según informa Vanitatis, todos los profesionales que compartieron el vídeo o que solamente habían puesto un "me gusta" en las redes sociales fueron conminados a rectificar y eliminar cualquier rastro del episodio. Una censura tajante que no nos podemos ni imaginar en el estado español, donde las actividades de la familia real son motivo de (justificado) debate en los medios de comunicación.

EFE

ABC

El gobierno holandés argumenta que los monarcas tienen derecho a no ser perseguidos por las cámaras en su vida privada, porque estas imágenes sólo sirven para satisfacer la curiosidad del público, cosa que los tribunales del país ya han sancionado con anterioridad. La grabación en una fiesta privada infringe la privacidad de los miembros de la familia, ya que no contribuye a ningún debate de interés general. Parece exagerado, cuando menos, la reacción del gobierno en torno a un vídeo que se había tomado con simpatía y afecto por sus propios súbditos. No hay quien entienda a las monarquías, de verdad. Imagínenos que se hubieran visto en la penosa situación de la casa real española en la catedral de Palma y el posterior combate Letícia-Sofia. No habría celdas suficientes para la legión de periodistas que coparían las prisiones del país. Máxima, no hay para tanto: Tampoco bailas tan mal a las sevillanas. ¡Relax!