Meghan Markle es una de las malas malísimas de la película desde la perspectiva de los monárquicos británicos. La mujer del príncipe Enrique de Sussex es considerada como el gran elemento desestabilizador, como la chispa que provocó el incendio que todavía arde. La que ha provocado la ruptura en The Firm, la cizaña y la separación familiar más dolorosa. También la vergüenza de Buckingham Palace, aireando trapos sucios y malolientes en best-sellers salvajes contra sus intereses. Markle sabe que no es bien recibida en el Reino Unido, tampoco por sufamilia política; por eso solo pone un pie en circunstancias extraordinarias y si puede ser, a escondidas. Como pasó durante la reciente visita del Enrique a Londres, promocionando los 'Invictus Games'. La actriz se fumó el viaje, apuntándose, eso sí, a la siguiente parada de la gira: Nigeria. En teoría, se tenían que reunir allí. El encuentro, sin embargo, se produjo en la terminal del aeropuerto. Sin pisar, oficialmente, territorio de suegro y cuñados.

La estancia en África tenía una componente sentimental y personal para Meghan: que tiene "un 43% de sangre nigeriana". Curiosos cálculos, pero efectivos para conseguir un recibimiento lleno de calor y distinciones. En principio, ni Meghan ni Enrique podrían utilizar sus títulos royals para eventos de este tipo, más publicitarios que para su fundación benéfica (bajo sospecha y tildada de ilegal en los EE.UU.). Pero los Sussex han creado una marca en torno a ellos y sirven para hacer más golosa la tarjeta de visita. Un comportamiento que escuece en las Islas, pero todavía más saber que ha vuelto de Nigeria con un nuevo título real. Ahora puede utilizar l'Adetokunbo', un tratamiento yoruba otrogado por un monarca local con un significado que levanta polvareda.

Meghan en Nigeria / X

"La reina que ha vuelto de muy lejos" es la acepción de este término: un desafío en toda regla a la ortodoxia inglesa. Tiene su gracia que los Sussex queden exentos del protocolo real por su renuncia, pero acepten nuevos títulos procedentes de coronas, reyes y derivados. Sí, una muestra de respeto hacia sus anfitriones, dirán. Bueno, parece que solo sobre el papel: en Nigeria sorprendió mucho la actitud de Markle, que no tocaba los alimentos que le ofrecían durante recepciones y actos. Un gesto que se considera una ofensa, proyectando clasismo y desconfianza. Estos comentarios están surgiendo a raíz de la publicación de la carta de agradecimiento de Meghan por la condecoración.

El texto de Markle, que vuelve a firmar como duquesa de Sussex, dice que "me siento humilde por vuestra bendición del nombre tradicional yoruba Adetokunbo. Tengo este nombre en gran estima y agradezco vuestra confianza para llevarlo con gracia y dignidad". El final tiene sorpresa: "Esperamos volver a casa algún día". No será a la británica, la que nunca ha sentido como acogedora.

Carlos III / GTRES