La Corona inglesa tiene dos figuras que son una especie de saco de boxeo: el expríncipe Enrique, duque de Sussex, y su mujer, la actriz norteamericana Meghan Markle. La pareja renunció a formar parte de The Firm, instalándose en los EE.UU. y desembuchando sobre las miserias y secretos oscuros de Windsor. Nadie los echa de menos, ni mucho menos. Ahora bien, en cuánto salta alguna noticia relacionada con ellos, los diarios ingleses se ponen las botas. Especialmente, si no transmite una buena imagen de los protagonistas. Como la que se ha producido este fin de semana en Miami, donde el hijo de Carlos III participó en un partido de exhibición de polo, deporte pijo por antonomasia. Markle no saltó al campo, la cosa iba de machos. Ella esperaba la finalización del duelo, llevado a cabo con una finalidad solidaria, con un vestido blanco muy elegante y unos zapatos de tacón perfectos para esguinces y otras lesiones. Sin embargo, todas las miradas fueron a parar a otra extremidad de la de 'Suits': su mano.
Una vez finalizado el partido, Meghan subía a una especie de podio, que también servía de photocall, con el trofeo conmemorativo de la cita deportiva. Allí esperaba su marido, sudado y resoplando después del esfuerzo. Entraba como una reina y se colocaba en medio de la instantánea, por la cara. Una actitud que ha generado una primera serie de críticas, con un reclamo generalizado: "¿Qué pinta ahí?", le recriminan. Por la expresión de los royals, sin embargo, se trata de la cosa más normal del mundo. Son los Sussex. VIPS entre los VIPS. Otro planeta, galaxia y dimensión. Plebeyos, abstenerse.
Este tufo de chulería se multiplicó pocos segundos después, cuando se produce un cambio de personajes en la foto. Curiosamente, una estampa femenina para contrastar con tanta testosterona anterior. Una señora intenta colocarse para el retrato y hace fruncir el ceño a Markle: su posición, a pocos centímetros de Enrique, de su hombre, no le gusta un pelo. Saca un dedo a pasear y le hace un gesto autoritario a la desubicada de la jornada, quiere que abandone la zona y se ponga en el otro lado, justo jutno a Meghan. Un 'no te acerques a mi marido' de manual. Eso sí, no consiguió su objetivo a la primera. La actriz tuvo que insistir un rato más.
El segundo toque de atención es ya con toda la mano, haciendo un movimiento visible desde la estación espacial internacional. Fuera de aquí. En esta ocasión, efectivamente, la aludida se da cuenta de la situación y cambia a toda prisa su localización. Está tan preocupada que pasa por debajo del brazo del royal inglés, que sujeta la copa. Se agacha y no choca con el trofeo de milagro, la escena es ridícula. Meghan, satisfecha, sonríe con los problemas de la mujer para solucionar el alboroto. No quedan nada bien, la verdad. Cuando menos, le dan alas a los haters.