Eso de "se pilla antes a un mentiroso que a un cojo" le va como un guante a Miguel Urdangarin, el tercer hijo de la infanta Cristina y su ex Iñaki. El gran desconocido de la saga, alabado como estudioso, trabajador y de futuro brillante, empieza a adquirir los peores vicios de la casta borbónica. El joven de 21 años, recientemente licenciado como biólogo marino en el Reino Unido, ha vuelto a Ginebra con una serie de objetivos oficiales, apuntados por la prensa cortesana: acompañar a su madre recientemente divorciada, hacer másters y posgrados para ampliar su capacitación profesional y, sorprendentemente y por una razón ignota, hacer un curso de monitor de esquí. Precisamente el escenario de un accidente que le dejó una rodilla hecha polvo, inmóvil y con riesgo elevado de pasar por quirófano. Pues bien, ya les anunciamos que todo es una farsa. Y las pruebas las tenemos delante de las narices.
Empezamos por eso de hacer compañía a mamá: qué mala suerte que desde que Miguel está allí, no haya ningún documento gráfico con Cristina. Que si un viaje de cooperación, que si una escapada a Barcelona, que si la abuela fuma. En ningún caso lo ha dejado todo para acompañar a la criatura por el trance de la lesión y su inminente paso por un hospital. De hecho, la única imagen del chico con un Borbón ha sido con el abuelo Juan Carlos, residente oficioso en el país helvético desde hace unas semanas. Lo retrataron entrando en el Hotel Des Bergues con problemas de movilidad en una pierna. Parecía grave, aparatoso. Y hasta el día 23 de marzo, recuerden la fecha, la versión era esta: el pobre hombrecito estaba jorobado. Pues bien, 2 días después, el 25 de marzo, los paparazzis lo pillaban por las calles de la capital de Suiza. Unas fotos comprometidas que no han visto la luz hasta hoy. ¿Por qué? Porque ninguna revista las había comprado. Interesaba mantenerlas en secreto.
O Miguel experimentó un milagro en 48 horas o, una vez más, el aparato propagandístico de los Borbones nos ha vuelto a colar un gol por la escuadra. Las imágenes demuestran que no tenía ningún problema en la rodilla: caminaba tan tranquilo y sin problemas, con gran flexibilidad y en pantalones cortos, zapatillas y ropa deportiva. Tenía el aspecto de ir a hacer deporte, al gym o al club de polo de pijos. Todo esto nos lleva al apunte que hacía 'Vanitatis' al explicar el contratiempo en la nieve: que el pobre se aburría en Ginebra sin nada que hacer, incapacitado. La trola es sideral: no hace nada porque no quiere. También se está tomando un año sabático, por decirlo finamente. Punto. Como Irene. Como su hermano Juan Valentín, en su día. Como los primos Victoria Federica y Froilán (años que se han convertido en toda una vida). Va en el ADN.
No, Urdangarin no tiene ninguna intención de ponerse a estudiar posgrados ni másters en Suiza. Al menos, de momento. Otra cosa es que lo haga en el futuro, forzado por las circunstancias y la proyección paupérrima de su vida de vago millonario. La sensación es de tomadura de pelo, de estafa informativa. Que quede claro: nos alegra saber que está bien de salud, pero eso de dar gato por liebre es el gran reclamo que haremos siempre a los royals españoles. Ya tienen el dinero, los privilegios y la protección: pero que no traten de engañarnos. A ver si le entra en la cabeza a determinadas personas.