La reina Sofía aguantó desde el primer año de casada con Juan Carlos I, ahora en el exilio, una infidelidad detrás de otra. Su madre, la reina Federica, animaba a la hija para que aguantara hasta el final: "No lo abandones nunca, no dejes de ser reina. ¿O quieres ser como yo, una reina sin reino, una paria que tiene que vivir de la caridad de los otros y que he viajado hasta la India porque nadie me aguanta?". Así lo recuerda la periodista especializada en la casa borbónica, Pilar Eyre.
La familia de Sofía fue expulsada de Grecia después de un referéndum el año 1974 que acabó con el sistema monárquico. Su hermano Constantino fue el último rey antes de la proclamación de la república. Y su madre fue a vivir a Delhi con el gurú Mahadevin y su hija Irene. La pobreza con que se vieron después de ser expulsados fue tan extrema que Sofía les aseguró comida y ropa en un primer momento. Aquel pasado, bastante reciente, había marcado en Federica y con esta idea creció la joven Sofía.
Tanto está así que desde el primer año de matrimonio sorprendió a Juan Carlos en su misma cama con una mujer que se había presentado, por sorpresa, en una cacería. Sofía tan sólo tenía 37 años y acababa de morir Franco, había que instaurar su nuevo régimen y eso quedaba en un segundo plano. Se marchó a la India, Sofía estaba dispuesta a dejarlo todo, pero se lo repensó. Cuando volvió del viaje le dijo a Juan Carlos que pasara lo que pasara, nunca se divorciaría de él y sería reina hasta la muerte.
Eyre explica algunos detalles bastante ilustrativos. La abogada catalana Magda Oranich, exdirectiva azulgrana en la etapa de Joan Laporta, tenía una buena relación con Sofía. Oranich explicó a Eyre: "Entiendo que pueda perdonar unos cuernos, al fin y al cabo, a partir de una edad dejas de dar importancia a estas cosas pero, ¿que tu marido sea un enfermo de la caza? Nosotras, que somos animalistas como ella, no lo podríamos soportar".
Recordamos que Sofía siempre se la veía luchando para proteger los animales. Por el recuerdo quedan aquellas imágenes de ella al lado de un oso panda para preservar y reproducir estos animales con un acuerdo entre el zoo de Madrid y el gobierno chino. Oranich concluye: "No lo podría aguantar si no es porque hay una motivación muy fuerte...". Y la tenía: la corona que su madre tanto le había repetido que no podía perder.