Estas fiestas navideñas no traerán demasiada calma para Felipe VI y Letizia. Las polémicas siguen persiguiendo a la monarquía, especialmente las relacionadas con Juan Carlos I. Sin embargo, en este momento, la principal preocupación de Felipe VI no es otra que la salud de sus familiares de mayor edad. El rey sabe que pronto tendrá que enfrentarse a un desafío de gran envergadura: su padre no puede permanecer viviendo a miles de kilómetros de España de manera indefinida. Si falleciera fuera del país, esto podría desatar una gran polémica y empañar aún más la imagen de la corona. Un caso comparable fue el de Constantino de Grecia, quien residía en Londres durante su exilio. Sin embargo, cuando su salud se deterioró, fue trasladado de inmediato a Atenas, donde terminó sus días.

Irene Urdangarin con la reina Sofía, la infanta Cristina, Miguel Urdangarin y tía Pecu / GTRES

No obstante, la situación de Juan Carlos I no es el único motivo de inquietud para Felipe VI. También está el estado de salud de la reina Sofía y de Irene de Grecia, quien siempre ha tenido un papel destacado en la vida del actual monarca y sus hermanas, Elena y Cristina. Irene, soltera por decisión de la familia real, llegó a vivir con los eméritos hace décadas y asumió un rol fundamental en la crianza de los hijos de Juan Carlos y Sofía cuando estos cumplían con sus deberes oficiales. Esta cercanía convirtió a Irene en una figura entrañable para la familia real.

El pasado verano se confirmó que Irene de Grecia sufre Alzheimer, una noticia que Felipe VI y su familia decidieron afrontar con total transparencia. Su posterior aparición pública, en silla de ruedas y visiblemente desmejorada, conmocionó a muchos. Hoy, su incapacidad para reconocer a quienes la rodean supone una gran tristeza para la reina Sofía, quien atraviesa una de las etapas más solitarias de su vida.

La reina Sofía padece depresión 

La reina Sofía se hace mayor y empieza a notar el paso del tiempo, problemas de movilidad y algunos despistes. Se ve más dependiente, algo que a ella nunca le ha gustado. Nunca ha querido molestar a sus hijos para nada, y ahora tienen que estar por ella. La tristeza le ha invadido desde que se casó con Juan Carlos I, porque no era él el hombre que quería, y aunque hizo todo por formar una familia y ser felices, él no contribuyó, la humilló todos los días con infidelidades que se hicieron públicas.

La emérita no sonríe, está triste, sola, en una habitación de Zarzuela, preocupada porque su hermana ni tan siquiera la recuerda. Ve que su final está cada vez más cerca y que ni tan siquiera ha podido cumplir su sueño de reunir a sus ocho nietos en una mesa. Para colmo, Felipe VI le ha puesto sobre la mesa la posibilidad de retirarse para siempre y dejar la corona. Sus hijos se han reunido en varias ocasiones para hablar de su salud, todos coinciden en que la reina Sofía debe ponerse en manos de especialistas en salud mental para atacar una depresión. Estas Navidades ni tan siquiera quiere celebrarlas, no son felices para ella.

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