La infanta Cristina ha intentado encubrir a sus cuatro hijos en estos últimos años. Los ha intentado mantener alejados del foco mediático. Sin embargo, con su mayoría de edad, cada uno ha hecho su vida y no los ha podido retener. Se ha visto el verdadero comportamiento de los Urdangarin, no son los hijos modélicos, estudios y educados que había enseñado ella. Miguel e Irene Urdangarin decidieron tomarse un año sabático y se instalaron en Zarzuela. La benjamina de la familia no superó las pruebas de acceso a la universidad por su bajo rendimiento escolar. Mientras que su hermano Miguel se lesionó en un curso de monitor de esquí y también decidió hacer una pausa en su vida. Para sorpresa de todos ahora ha sido Juan Urdangarin quien ha decidido dejar su trabajo en Reino Unido con la Extreme E, donde se le veía tan feliz, para tomarse un año sabático como sus hermanos. Se habla de un desengaño amoroso como el verdadero desencadenante de toda esta historia.
Juan Urdangarin lo ha pasado realmente mal en su adolescencia. Es el mayor de los cuatro hijos de la infanta Cristina, y es quien más sufrió las consecuencias del caso Nóos. En Barcelona, cada vez que salían a la calle, les insultaban, veía como a su padre le llamaban “chorizo”. Incluso en la escuela sufrió bullying, por este motivo la infanta decidió apartar a sus hijos de este asunto y se marcharon a vivir a Washington, pero hasta allí llegaron las noticias. Juan Urdangarin necesitó de terapia para superar esta dura etapa de su vida que ya le ha condicionado para siempre.
Los niños españoles sabían lo que pasaba en España con Iñaki Urdangarin
“Huyeron a Washington, pero en el colegio había también españoles que contaron a los otros niños que el padre de los Urdangarin era un ladrón, sufrieron bullying y Juan tuvo que recibir ayuda profesional. Regresaron a Barcelona para afrontar el juicio y la situación resultó tan infernal que entonces fue toda la familia la que necesitó apoyo psicológico. Los niños tenían 14, 13, 11 y 7 años. Después, Ginebra, nuevo cambio de colegio, soledad, desarraigo... Juicio y prisión para el padre, convertido en el chivo expiatorio de la familia. ¿Qué hijo puede sobrevivir a eso sin secuelas, por muchos esfuerzos que haga la madre, que, a su vez, también tiene que sentarse en el banquillo de los acusados?”, se pregunta Pilar Eyre en su último blog de la revista Lecturas.
Esto habría condicionado al comportamiento de los Urdangarin en estos últimos años.