Sofía era conocedora de todas las infidelidades de Juan Carlos I. Estuvo a punto de marcharse con sus tres hijos a la India, donde se encontraba su madre. Sin embargo, éste le obligó a tragarse su orgullo y volver a Zarzuela. Está mal visto que unos monarcas se divorcien y mucho más por un tema de infidelidades. Sería una deshonra para la corona. Nadie descubrió que la hermana de Irene de Grecia iba a dejar tirado al entonces monarca, todo quedó como un viaje familiar.
La prensa internacional también se hizo eco de los amoríos extramatrimoniales de Juan Carlos y Sofía quedó como la cornuda de la realeza. Totalmente humillada. De las paredes para dentro, la reina hacía su vida. No dormía con Juan Carlos I, tenía su propia habitación y su zona de Zarzuela que compartía con su hermana Irene. De hecho, ella ha sido el mayor apoyo de su vida.
La reina Sofía intentó entorpecer la vida de todas las amantes de Juan Carlos I
Aunque en alguna ocasión la reina tiene que reencontrarse con el rey, como en el funeral de Isabel II o en el de Constantino de Grecia, Sofía muestra “la indiferencia más absoluta. Esa sonrisa que exhibe en las fotos junto a él se apaga cuando se quedan solos y se va cada uno por su lado”.
La aventura que más daño le hizo fue la que mantuvo con Corinna. Sofía solo quería venganza, y movió sus hilos para hacer daño a la empresaria alemana. Provocó que su hijo no fuese admitido en un buen colegio de Inglaterra. Alexander, el hijo de la amante de Juan Carlos tuvo que ir finalmente a un internado suizo.
Sofía dio con todas las amantes de Juan Carlos I. Y a todas intentó destrozarles la vida con sus contactos. Hacía todo lo posible para que no tuviesen contacto ninguno. A dos mujeres catalanas, que poseían título, no las invitaba a las recepciones en el Palacete Albéniz. A una señora de la nobleza alemana la humilló de todas las formas posibles, incluso le negó el amarre en el Club Náutico de Palma. Con quien no pudo hacer nada es con Marta Gayá. La quiso apartar de la sociedad mallorquina, pero el rey se impuso.
A veces solo tenía simples sospechas, pero no se fiaba de ninguna mujer de buen ver que se acercase peligrosamente a Juan Carlos. Sospechó de mujeres como Isabel Preysler, a quien saludaba con frialdad.