Pablo Urdangarin es el único de los ocho nietos de Juan Carlos que ha tenido trabajo estable: jugador de balonmano. A los 19 años, el hijo mediano de la infanta Cristina ha dejado el equipo del Nantes para intentar hacer la carrera de su padre Iñaki en el Barça. La camiseta del condenado por corrupción lleva muchos años colgada del Palau. El joven Pablo vuelve a lucir equipación oficial del Barça con el dorsal Urdangarin, pero de los equipos inferiores. La periodista Silvia Taulés revela en el digital Vanitatis cómo es la vida en Barcelona del hijo de la exiliada Cristina que ahora lo visita en Barcelona.
Este domingo la periodista catalana visitó el barrio de Pedralbes hasta localizar el domicilio barcelonés de Pablo Urdangarin, cerca de la calle Eduardo Conde, donde vivía la infanta de soltera. Tiene 350 m2. Lujo pijo sin llegar a ser la torre de Pedralbes en la calle Elisenda de Pinós que pagaron con los millones que Noos robó a las arcas públicas. La casa es de unos amigos de la familia. En la puerta había dos escoltas pagados por el ministerio del Interior, señal que la hermana del rey está en el piso. El joven Urdangarin no tiene derecho a llevar escolta desde que es mayor de edad.
Para jugar a balonmano se pone lentes de contacto y para ir a los entrenamientos va con gafas de miope. Cuando va a las instalaciones del Barça lo hace con las mismas gafas de niño tímido. El club informa de que el chico no tiene ficha pero entrena por deferencia a quien fue a uno de los jugadores estrella del equipo. Estudia en una universidad de élite, el European University de la calle Ganduxer, en el barrio de Galvany. El precio también de élite, 6500 euros al trimestre, lo paga el rey Juan Carlos con el dinero robado a la Hacienda pública. Cierra el círculo.
El club ha enchufado al chico en los entrenamientos. Según el club "No es habitual que un jugador tan joven entrene y no participe en ninguna competición". Quizás tiene talento pero sobre todo tiene padrino: David Barrufet, director técnico de la sección y al mismo tiempo íntimo de Urdangarin. Barrufet no ha querido hablar del tema. Todo cuadra: la camiseta del corrupto todavía cuelga del techo del Palau.