Desde que Iñaki Urdangarin inició su relación con Ainhoa Armentia hace tres años, la convivencia familiar se ha vuelto especialmente difícil. La infanta Cristina, aún profundamente afectada por la infidelidad que precipitó el final de su matrimonio, no ha logrado aceptar la presencia de Ainhoa.
Bochorno en Fin de Año
Esta situación ha llevado a tensiones significativas, especialmente durante los encuentros familiares. En este sentido, los 4 hijos se reunieron con Iñaki y Ainhoa en Fin de Año. Pero los desprecios a Ainhoa fueron constantes, sobre todo por parte de Irene y Miguel. Sin hablar con Ainhoa por miedo al malestar que podría causar a su madre, la infanta Cristina. Mientras tanto, el padre sufriendo y los hijos de Ainhoa, arrinconados.
En este ambiente de división, Pablo Urdangarin ha emergido como una figura conciliadora. En un acto de autonomía y madurez, el joven ha solicitado a la infanta Cristina que permita a Iñaki rehacer su vida sin obstáculos ni resentimientos. Pablo, que ha sido testigo de los años difíciles que su padre atravesó, incluida su estancia en prisión, considera que este ya ha pagado un alto precio por sus errores y merece encontrar la felicidad junto a su nueva pareja.
Pablo Urdangarin interviene como mediador entre sus padres
El agotamiento del joven en esta tensión prolongada le ha llevado a la firme determinación de priorizar el bienestar emocional de su padre. Para Pablo, lo más importante es ver a Iñaki feliz, y considera que las diferencias entre sus padres no deberían seguir afectando a la dinámica familiar.
La postura de Pablo se ha hecho evidente en sus acciones. A diferencia de sus hermanos, quienes siguen respaldando la posición de su madre, Pablo ha optado por acercarse a Ainhoa y mostrar públicamente su apoyo a la relación. En un partido de balonmano celebrado en León, donde Pablo jugaba con el Granollers, Iñaki asistió junto a Ainhoa. Las imágenes captadas en ese evento revelaron un ambiente relajado y familiar: Iñaki y Ainhoa lucían contentos mientras apoyaban al joven jugador, un gesto que fue visto como un claro mensaje de Pablo sobre su postura conciliadora.