La crónica de la gran fiesta de cumpleaños de Juan Carlos en Abu Dabi todavía palpita. Hay mucha chicha sobre el primer cónclave borbónico de 2024, celebrando la onomástica como si fuera un festival de El Turronero. Mucho folclore, costumbrismo y caspa; pero también sustancia con respecto a las relaciones familiares, actitudes y comportamientos de los citados en la residencia del patriarca Borbón en Emiratos Árabes. El armador Pedro Campos, compañero de regatas y anfitrión cuando visita Sanxenxo, le montó un festival en el que, excepto Felipe, Letizia, Leonor y Sofía, estuvieron casi todos. Incluso con algún fichaje externo, a la manera de regalo sorpresa. De un gusto reprobable, por cierto, cuando menos a ojos de Zarzuela. Uno de los invitados volvió a dejar en evidencia que no soporta a la futura reina de España, su prima, la princesa Leonor. Tampoco a la actual reina, aunque se encontraron en la famosa comida del sacrificio de Letizia por el aniversario de la infanta Elena. Hablamos de Pablo Urdangarin, todo un experto esquivando a unos y subiéndose a la grupa de otros.

El siempre modélico Pablo fue uno de los que rechazaron la invitación de Leonor por la mayoría de edad, porque prefería ir a ver a su chica en Múnich, que está de Erasmus. Sí que volvió muy deprisa por otras cuestiones, se le nota la aversión. Marcharse de viaje para pasear de la manita por mercados de Navidad y darte calorcito bajo el nórdico no parece lo bastante importante para pasar de la futura reina del cotarro familiar. Aquí y en la China Popular y republicana. Pablo la tiene clavada por lo que pasó con Letizia y sus padres con el Caso Nóos, y Leonor no deja de ser una prolongación de la asturiana, ahora más débil que nunca por el escándalo Jaime del Burgo. Una situación propicia para seguir ensañándose y humillándolas.

Leonor y Letizia / EFE

Pablo no se presentó solo en Abu Dabi, no. Aunque no quede reflejada su compañía en la celebración, como en las imágenes que publica la revista '¡Hola!' en exclusiva, había un cromo inesperado. Pablo y la churri, Johanna Zott. Una presentación en sociedad a todo trapo, pero medio silenciada. ¿Por qué? Obviamente porque hace daño. No solo evita a Leonor, es que de alguna manera también oculta a su pareja. Cordón sanitario total. La revista lo revela como quien no quiere la cosa, durante un párrafo donde tratan la aparición del pastel de cumpleaños: una cursilería, por cierto, que el emérito corta con una espada, como si fuera un banquete de bodas. Bueno, claro, había vino, jamón y 'Los del Río'. Tampoco podríamos esperar florituras y modernidades."Las hijas de don Juan Carlos se ocuparon de sacar la tarta, con cobertura de ‘fondant’ y su escudo de armas, ocultando una fotografía suya a bordo del ‘Bribón’. La infanta Elena acudió con sus dos hijos, Felipe y Victoria de Marichalar, quien felicitaba a su abuelo previamente en su perfil de Instagram. Y la infanta Cristina asistió con sus hijos Pablo, acompañado de su novia, Johanna Zott, e Irene"

Que Johanna conozca a Juan Carlos confirma que es una protegida de la infanta Cristina, que junto con su hermana Elena son quienes comandan la ressistance contra su hermano y la cuñada maléfica. La relación de la joven catalana y su suegra se ha ido fortaleciendo en pistas de balonmano y encuentros ocasionales; hay buen rollo y visto bueno moral y social. Zott ha ido con pies de plomo, se lo está montando bien. Y ponerse de parte de Pablo en su cruzada le hace sumar puntos decisivos para el futuro. Como buena jugadora de voley, sabe de qué va la cosa. Hay mucho en juego. Una herencia que vale más que un reino, por ejemplo.

Pablo Urdangarin y Johanna Zott / Europa Press
Cristina / Europa Press