En el año 2000 hubo una pequeña explosión demográfica en el universo borbónico. En 3 meses la Familia Real crecía con dos nuevos miembros de la estirpe, nacidos de las ramas Marichalar y Urdangarin. La primera en llegar fue Victoria Federica, hija de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, en septiembre. Después sería el turno de Pablo, fruto de la relación de la Infanta Cristina con Iñaki Urdangarin. Todo eran flores y violas en aquellos días de cambio de milenio, pero las tormentas estaban por llegar. En 2007 los padres de Victoria se separaban, o mejor dicho, "cesaban temporalmente la convivencia". Un cese que todavía hoy es temporal, cuando menos de forma oficial. Nunca explicaron los motivos, pero el ictus de Jaime y algunas sospechas sobre su estilo de vida siempre han estado sobre la mesa. 3 años después, el marrón se lo comían los Urdangarin: estallaba el caso Nóos, una trama de corrupción que en 2017 acabaría con el duque de Palma en prisión. Los hijos de la pareja vieron cómo sus vidas nunca serían las mismas.

Aquellas vivencias marcaron la personalidad de ambos primos, a pesar de que de manera bien diferente. Victoria creció malhumorada, narcisista, antipática y muy, muy hedonista. Vaya, lo que conocemos de ella, por mucho que ahora se nos presente como la creme de la creme de las influencers y un modelo a seguir en vete-a-saber qué aspectos. En cuanto a Pablo, a pesar de mantener buena amistad con sus primos Victoria y, sobre todo, Froilán (aquellas fotografías pasado de vueltas son de oro), escogió otro camino: trabajarse el futuro. O trabajar, cosa que no han hecho en su vida los hijos de Elena. Siguió los pasos de su padre Iñaki, las buenas, claro. Convertirse en un jugador de balonmano de la máxima competición y llegar al mejor equipo: el F.C.Barcelona.

Victoria Federica con su novio Jorge Bárcenas de fiesta / GTRES

Froilán y Pablo Urdangarin / GTRES

Pablo Urdangarin jugando en el Barça / Europa Press

Dos caminos totalmente opuestos, a pesar de las similitudes que también existen: como jóvenes de su edad, les gustan las redes sociales y la música. La Marichalar es una estrellita en Instagram, mientras que Urdangarin hace sus pinitos en TikTok. Y hasta aquí las similitudes. Ni una más. El mejor ejemplo es ver cómo disfrutan de la noche y de su tiempo libre. Por ejemplo, la Vic: tiene el pase VIP de todas las fiestas, las legales y las que se pasan las medidas contra la pandemia por el arco de triunfo; perrea con músicos famosos y no se pierde ni una con el novio disc-jockey; los bares, discotecas y restaurantes no tienen secretos para ella, y es más fácil encontrarla de juerga que en la facultad. Es el VictoriaFedericaStyle.

Victoria Federica y sus aficiones / GTRES

Mientras ella quema la noche, el todavía soltero Pablo quema calorías y se mantiene en plena forma. Sólo bebe agua y alguna bebida isotónica para recuperarse del esfuerzo, y en vez de lucir modelitos y disfraces, va en chándal corriendo por la ciudad. Una ciudad como la capital del País Vasco, Vitoria-Gasteiz, que es donde han pasado los primeros días del año con la familia de su padre. Una tradición que se ha vuelto a repetir este 2022 y que el joven aprovecha para ejercitarse, no perder el tono corporal y quemar los excesos navideños, mientras otros van de fiesta en fiesta. Vaya, que están en las antípodas, como se puede comprobar en este vídeo.

Pablo Urdangarin con su padre Iñaki en Vitoria-Gasteiz / GTRES

Pablo tiene suerte. Todavía es más Urdangarin que Borbón, o cuando menos hasta que la influencia monárquica lo estropeó. Que no acabe como su padre, su abuelo u otros miembros familiares sólo depende de él.