Madrid ha desatado la Leonormanía por la jura de la Constitución y el cumpleaños de la heredera en el trono español. Y fiel a su estilo exagerado y ridículo, los impulsores de iniciativas "populares" han creado una serie de obsequios para la hija de Felipe y Letizia. Principalmente, dos. Y que entran por la boca, que no por los ojos. Visualmente son espantosos; gustativamente la cosa podría ser mucho mejor, aunque la ejecución es deplorable. EN Blau se hacía eco de uno de estos regalos llenos de originalidad y de apropiación cultural a la madrileña: una gilda para la princesa. Un pintxo más vasco que la sokatira, pero que en la Villa y Corte atribuyen un carácter más español que el sol y sombra. Pues bien, este esperpento hacía daño a los ojos, con la piparra y la anchoa cortadas por la mitad, para ahorrar. Un drama. Ahora, nada comparable a la otra gran estrella de la jornada. Un pastelito minúsculo. Ruso, por cierto. Pero con la estanquera pegada encima.

Una pastelería con nombre mallorquín había preparado 1.500 porciones de este pastel que han regalado a los peatones madrileños para endulzarlos la mañana más patriotera de sus vidas. Ha habido bofetadas en la oficina de turismo de la Puerta del Sol, como siempre que regalas algo al populacho. La receta: un bizcocho de almendra con crema pastelera de naranja, nata semimontada, polvo de almendra, claras de huevo y licor. El broche más españolista, una capa de gelatina de frambuesas y limón imitando la bandera de España. Oh, sí. Comerte un trozo de la rojigualda mientras disfrutas de la fiesta de la monarquía. Ya nos podemos morir tranquilos.

La gilda de Leonor / GTRES
El pastelito de Leonor / Instagram

Ahora bien, los que se han quedado muertos han sido los pobres hambrientos que se han hecho con una de las porciones. Han abierto la cajita diseñada especialmente para la ocasión y, cataclismo, la chapuza era brutal. Una metáfora del país, de la monarquía y del régimen. La bandera se ha desvanecido. Se ha quedado pegada al cartón, un desastre. Ultraje. Mauro Entrialgo, genial humorista y dibujante vasco residente en Madrid, y opinador ácido contra el centralismo mesetario, relata la situación: "Sabía que iba a pasar algo con los pastelitos. La chapuza madrileña es así. Las banderitas se han pegado al cartón de la caja y al abrir la movida queda tal que así". Esta es la magnitud de la tragedia. Dulce, pero no menos trágica.

La red se está tronchando de risa con el enésimo ridículo de una jornada histórica e histérica. "Eso es lo que quieren los separatistas, llevarse la mermelada del pastelito", "al final va a ser verdad que España se rompe", "cuando lo ves Ayuso Express /cuando te llega a casa", "ya no tienes el problema ético de masticar la bandera", "que hubieran repartido phoskitos y la bandera de cromo en un sobre"... un festival. Olé y olé.