Alfredo Urdaci, director de los servicios informativos de TVE entre el 2000 y el 2004 y jefe de Letizia Ortiz antes de ser reina, ha dicho en una entrevista reciente a LOC que "cuando bajaba al telediario, siempre lo hacía con un peine para ponerse bien el pelo. Siempre tenía el peine al lado para peinarse. Era más que coqueta, era cuidadosa". Esta obsesión por el pelo la ha seguido manteniendo tiempo después, casi a la misma velocidad que la de hacerse operaciones de estética en la cara. De hecho, el cronista de El Mundo, Carlos García Calvo ya define el look que lució Letizia en Girona con estas palabras: "el vestido, un repetido asunto lencero rojo de Carolina Herrera, ya era atroz de por sí, pero lo peor era el peinado, que se lleva el premio a la fealdad y la cursilería".

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Pues este peinado que se lleva el premio a la fealdad y la cursilería es fruto del último complemento favorito de la reina: un postizo de pelo natural, de su mismo color, tal como explica la periodista Pilar Eyre en las páginas de Lecturas. Según parece, la reina se lo coloca con unas horquillas de gancho invisibles en la coronilla. Lo estrenó en su viaje a los Estados Unidos, pero no fue hasta Girona cuando ella misma se lo puso encima de su pelo chafado con gomina.

Sergi Alcàzar

Quizás es fruto de la casualidad o quizás es que Letizia piensa que lo que mejor combina con un postizo de pelo es un vestido "rojo España". El caso es que la última vez que su peinado fue objeto de comentarios fue en la última y polémica feria ARCO, cuando se vio a la reina luciendo un recogido bajo, informal y con mechones despeinados por la parte frontal, en lo que ya se especuló que podría ser un moño postizo.

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En un momento donde la Corona está más en entredicho que nunca, y donde se escriben cosas como "la monarquia está enchufada al aparato para mantenerla con vida, aunque vegetativa; entubada para que le llegue el oxígeno a un cerebro de encefalograma plano. (...) Otra cosa es la imposición, que nos obliguen a tener una muerta encima", parece como si la Casa Real fuera menos auténtica que nunca, más postiza en una realidad cada día más alejada de los borbones. Pero Letizia va haciendo su camino. Si hace falta, con postizos en la cabeza.