Por todos es conocida la fama de mujeriego de Juan Carlos I. El emérito se casó con Sofía por obligación. Él mantenía una secreta relación con la periodista, Olghina de Robilant, mientras que la emérita estaba enamorada de Harald de Noruega, pero no fue correspondida. La reina Federica habló con Juan de Borbón y les unieron en matrimonio. No obstante, la madre de la griega no veía con buenos ojos a la familia de su prometido, los hacía de menos.
Su boda y su posterior luna de miel fueron un absoluto desastre, como toda su relación. Juan Carlos nunca llegó a enamorarse de Sofía, ni tan siquiera lo intentó. Era una mujer más con la que debía formar una familia por obligación. No dormían en la misma habitación y solo mantuvieron relaciones íntimas para tener descendencia. Buscaban al varón que heredase el trono en el futuro, pero Felipe no llegó hasta el tercer intento, las primeras fueron dos mujeres, Elena y Cristina.
Mientras mantenía una relación con Sofía, Juan Carlos vivía una doble vida alejado de Zarzuela. Mantenía relaciones esporádicas con otras mujeres, tuvo más de 1.000 relaciones a lo largo de su matrimonio, algunas llegaron a robarle el corazón, como la que mantuvo con Corinna Larsen, Bárbara Rey y Marta Gayà. Ésta última es la única persona que no le ha traicionada y con quien mantiene el contacto. De hecho, se cree que podría visitarle a menudo en Abu Dabi.
Donde más disfrutaba era en Palma de Mallorca. Pasaba allí casi todo el mes de agosto y se veía con muchas mujeres a bordo de su yate. La reina Sofía una vez descubrió sus planes y le tendió una emboscada, pero se libró de sus amantes lanzándolas por la borda.
El ático en el que Juan Carlos se reunía con Marta Gayà
Marta Gayà disponía de un ático a tan solo seis minutos en coche de Marivent. Tchokotua también cedía su mansión, Villa Altea, para que el jefe del Estado y Gayá pudieran verse con la complicidad de los poderosos vecinos de la urbanización Son Vida. Ella le ha hecho muy feliz, tal y como reconoció el rey en una ocasión.
Gayà y Juan Carlos disfrutaron de la máxima discreción y privacidad, sus amigos le cubrían las espaldas ante la reina Sofía. De esta forma ella nunca sabía donde iba. Había noches que no dormía en casa, la emérita sabía que la estaba engañando con otra mujer, pero no quería contárselo a sus hijos, así que decía que tenía un compromiso y llegaría tarde cuando le preguntaban donde dormía su padre.